En el día en que se conmemora el día de la trabajadora sexual, el equipo de Radio Amanecer se comunicó con Elena Moncada, madre, abuela y ex prostituta, una referente abolicionista de Santa Fe que sostiene que la prostitución no es un trabajo sino una forma de explotación.

Cuando se habla de prostitución se discute desde diferentes perspectivas: para algunos puede ser el oficio más viejo del mundo, para otros es el empoderamiento de la mujer para hacer lo que quiera con su cuerpo y para otro resto, defender la prostitución es defender el derecho del hombre de pagar por el consentimiento de una mujer, es decir, una violación sistemática.

Elena está convencida de que la prostitución no es un trabajo: “No tenemos seguro social, obra social, jubilación, las condiciones de trabajo no existen. Decimos “me voy a trabajar” porque no podemos decir delante de nuestros hijos lo que vamos a hacer”. Y remarca: “Es que no hay consentimiento, no nos ponemos de acuerdo para tener una relación sexual de a dos, el prostituyente te pone un precio y hace con vos lo que quiere”.

Esta sobreviviente de la trata y la prostitución exige políticas públicas que “ayuden” a las mujeres prostituidas a dejar las calles y asegura que ve en la abolición “un paso imprescindible en la lucha contra diferentes formas de opresión” porque no quiere a las jóvenes “paradas en la esquina”, que entran “en el mundo de la prostitución a los 13 o 14 años”.

Además, denuncia que hay un Estado “totalmente ausente” y que, junto a una “convivencia policial”, permiten el funcionamiento de prostíbulos y la violencia en la calle.

Aunque en muchos casos, como en el de ella, cuenta que “no te llevan secuestrada” pero si te seducen con una casa, con comodidades, te sacan de la pobreza.  Además, afirma que “se naturaliza la prostitución y que aquellos que la manejan saben muy bien buscar sus víctimas o inducir a las niñas, adolescentes, mujeres en el mundo de la prostitución. Buscan aquellas que están en la pobreza, en total vulnerabilidad, que no tienen hogar y menos contención”.

Hoy Moncada se siente en cierta medida más “sana”, entre comillas, porque hace 16 años que dejó todo ese mundo pero todavía asegura que en su cabeza no se pudo encontrar con su cuerpo. Pero decide no alejarse tanto, siendo abuela siente más la responsabilidad de luchar por todo lo que ella no pudo y alejar a las niñas de la prostitución: “no puedo imaginar a mis hijas o a mis nietas, a cualquier chica soportando olores de cuerpos extraños, violaciones sistemáticas, porque eso es la prostitución, yo sostengo que no es trabajo. Hay nenas de 12 años prostituidas, no entiendo que eso pueda ser trabajo”.

En cuanto a las estadísticas, estas marcan que el 85% arrancaron en el mundo de la prostitución a los 13 o 14 años. Para los 35 o 40 años el cuerpo está sumamente explotado porque en palabras de Elena: “hay que consumir drogas y alcohol para anestesiarse, para no sentir”.

En la actualidad, esta cifra crece con facilidad en un campo de prostitución paralelo, nuevo, el de las pantallas donde las aplicaciones y páginas web están a un click de distancia tanto para ingresar como consumidor como para ser consumida. Situación que debería preocupar aún más a los gobiernos para tomar cartas en el asunto y aplicar nuevas políticas públicas que subsanen la problemática de raíz.

Para Elena, esta problemática no se termina haciendo marketing con el eslogan “Sin clientes, no hay trata”, pero quizás mejore con “sin convivencia policial, no hay trata”. Afirma esto porque para ella la Policía está implicada en todo esto, hay prostíbulos que no pueden estar habilitados, pero tienen un amparo policial, los jueces deliberan lo que quieren y son los mismos que consumen. Entonces, juega el papel de siempre, tenemos un Estado proxeneta y eso hay que decirlo, sostiene Moncada. Y agrega: “Hay que exigir políticas públicas al Estado Nacional que las empodere, que las ayude a pensarse de otra manera, como sujetas de derecho y que no sean programas que se terminen rápidamente. Además, si bien hay una ley contra la trata, no tiene presupuesto. Después de los procedimientos para desmantelar los prostíbulos, no les dan un acompañamiento a las sobrevivientes y las deudas que quedan las pagan sus hijas o nietas. Es muy fuerte, pero tenemos que luchar haciendo prevención y promoción, tratar de no juzgar a las mujeres”.

De cara a esta lucha, Elena Moncada armó una organización llamada “Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos” con la que hacen, entre otras cosas, recorridas nocturnas. En palabras de ella: “Hacemos contención a las compañeras en situación de prostitución. Muchas veces las chicas te cuentan exactamente lo mismo que viví en mi infancia”.

También va a escuelas a charlar sobre sus dos libros – tiene otro llamado “Después, la libertad”-, les cuenta a los alumnos y alumnas su historia y les deja un sobre con un papel en blanco por si alguno o alguna está sufriendo abusos sexuales y no sabe cómo pedir ayuda. En los últimos meses detectó así ocho chicos que estaban sufriendo violencia sexual intrafamiliar.

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