En EL año 2004 el historiador aficionado y doctor Javier Moore empezó a buscar datos de una tía que llevaba el nombre de Florencia, y que según llego a su oído recibió esta identidad, por haber nacido en a inicios del siglo pasado en un pequeño pueblo del norte santafesino, también llamado “Florencia”.

 

En el año 2005 la Revista “Nosotros” publicó un artículo afirmando que la ciudad norteña, se llamaba “Florencia”, en honor a la hermana del fundador y no de su hija, como hasta entonces se creía, recién en año 2015 llega esta información masivamente, luego que Diario El Litoral, publicara en su edición digital, el mismo artículo, su autor, fue Javier Moore que, buscando datos de una tía, encontró el verdadero origen del nombre de dicha ciudad.

En 2015 desde «Florencia Hoy», arrancó una investigación que llevo 5 años, para poder dar con el autor del artículo que ponía de manifiesto, el origen del nombre de Florencia, cabe mencionar los aportes de colegas como Aníbal Vincze de Fm Libertad que insistentemente, se refirió a este artículo periodístico en su medio, fue gracias a la doctora Mercedes Bugnon que finalmente llegaron a contactarse con Moore.

A 136 años de la fundación de Florencia, podemos saber mediante este historiador que vive hoy día en Buenos Aires, que aún hay descendientes de Langworthy, que la casa del fundador, está a la venta desde 2017 en Gran Bretaña, y conocer más sobre la vida del fundador y su familia.

A continuación, el texto, original que fuera enviado por Moore a la prensa santafesina en el año 2005.

“Florencia.  El verdadero origen de su nombre”

Aun hoy en sitios oficiales de la provincia de Santa Fe se repite que el nombre impuesto a la por entonces, colonia, de Florencia fue llamada así en homenaje a la hija de su fundador del mismo nombre y trabajos históricos tan importantes como el de Héctor Antonio Brandolin contienen ese yerro.

Edward Martin Langworthy nació el 17 de octubre de 1847, el único hijo varón de George Langworthy y Elizabeth Hanna Martin. Los Langworthy eran una familia de Salford muy conocida por sus hilanderías de algodón desde los comienzos del reinado de la reina Victoria. Tras pasar por Eton estudió leyes en Oxford aunque solo ejerció como tal durante un corto lapso y ni falta que le hacía ya que al fallecer su tío Edward Riley Langworthy en 1874 heredó la cuantiosa suma de 100.000 libras esterlinas, lo cual era nada frente a lo que heredaría a la muerte de su madre y de su tía.

El tío de nuestro personaje había amasado una enorme fortuna comerciando en México, poseía grandes propiedades en Victoria Park, Manchester, logró ser miembro del parlamento y falleció sin descendencia.

En 1874 Edward M. Langworthy se casó con lady Alice Louise Pery, hija del conde Limerick, matrimonio que culminó con la internación de su esposa en un manicomio y su posterior misteriosa y extraña muerte en 1876.

Siendo aún joven de pelo castaño con tonos rojizos, alto y vestido con su traje de hombre dedicado al yachting Langworthy era bastante apuesto, además de afectivo y protector. Gustoso de las pasiones tempestuosas, celoso y un poco rudo en sus modales, darse todos los gustos era la ley de su existencia, miembro del United University Club cada vez que estaba en Londres fijaba residencia en el Royal Thames Yacht Club, no le temía a nadie humano ni divino excepto a su madre.

Mildred Sabine Palliser Long, una joven alta y bella, miembro de una familia bastante acomodada del norte de Irlanda, había sido educada con sus hermanos y su único contacto con el mundo exterior eran los libros, apasionada e impulsiva alentada por sus hermanos ingresó a la Universidad de Dublín donde se graduó con honores en literatura y teología, en esa época su familia estaba en buena posición y ella solo estudió por el placer de aprender.

Así fue como comenzó a recorrer casas de campo en Inglaterra y a viajar por el continente en compañía de su tío. Al perder su padre su fortuna ella se dedicó a la enseñanza y ejerció como gobernanta en Oxford para obtener su sustento.

En una ocasión mientras estaba de viaje en Paris esta señorita  con su hermano conoció a Edward M. Langworthy, pocos meses después él la invito a hacer un viaje en su yate, luego de verla varias veces en Londres y cortejarla ella finalmente acepto ir a ver su yate en Southampton y poco después él le propuso casamiento y sellaron el compromiso. Luego del compromiso todo siguió muy bien durante algunos meses pero cuando la madre de Langworthy la conoció le dijo a él que lo desheredaría si se casaba con una mujer dedicada a la enseñanza.

Tras una pelea Edward y Mildred volvieron a comprometerse, pero él le dijo que debían mantenerlo en secreto por temor a su madre y nuevamente presionada ella aceptó hacer un viaje en el yate, con la conveniente compañía de su hermana Edie como chaperon y así fue que partieron en septiembre de 1882 de Waterloo a Dartmouth donde estaba anclado el Meteor. Un palacio flotante de 235 toneladas que, se decía, le había costado unas 9000 libras, con una tripulación de 16 hombres hasta un piano había a bordo, y como Langworthy era gustoso de la caza viajaba incluso con el encargado de asegurarse que hubiera presas suficientes y varios perros, y un chef francés.

En el transcurso del viaje Langworthy presentó a Mildred a varios amigos como su novia y en un rapto de locura mientras paseaban por  Caen, Francia, contrajeron matrimonio en una iglesia católica. Como Mildred tenía dudas sobre la legalidad del matrimonio él le aseguró que era totalmente legal pero como ella insistía una vez de regreso en Inglaterra, le dijo que estaba dispuesto a que uno de los hermanos de ella, pastor de la iglesia de Irlanda, los volviera a casar, tras lo cual Edward partió a contarle a su madre.

Una semana después Edward citó a Mildred mediante un telegrama urgente a Londres, una vez allí le explicó que su madre era implacable, que él no era rico y que en realidad dependía económicamente de su madre y de su tía, por eso la convenció de trasladarse a Buenos Aires donde, lejos de su madre, le prometió se casarían ante un ministro inglés.

Creyendo en su palabra ella se embarcó. Los meses pasaron y finalmente se volvieron a casar en Amberes, Bélgica, ante un ministro presbiteriano norteamericano. Luego se embarcaron hacia Sud América, en Lisboa la presentó como su esposa a varios conocidos, pero mientras cruzaban el Atlántico y cuando ella le dijo que estaba embarazada Edward comenzó a maltratarla, le dijo que no podía tener ese hijo, que eso sería su ruina, que al llegar a Buenos Aires ella debía regresar a Inglaterra y que su matrimonio era inválido.

Apenas llegados a Buenos Aires no la dejó ni pisar tierra la metió en un barco francés y con apenas 50 libras en sus bolsillos y una caja con unas pocas ropas la despachó de vuelta a Inglaterra a donde ella arribó, humillada y desesperada ya que no tenía como probar lo que había ocurrido salvo la bebé, Elizabeth, que tuvo en casa de sus padres y el anillo de bodas.

Mildred demandó a Langworthy y el pleito se prolongó durante casi cuatro años durante los cuales él hizo todo lo que estuvo a su alcance para no acatar las decisiones de los jueces británicos que, aunque declararon inválida la boda en Amberes, habían reconocido la existencia de un matrimonio “de facto” y le habían acordado a Mildred una pensión alimenticia.

Langworthy llegó a transferir sus bienes a su hermana y su madre y se declaró en quiebra pero las maniobras dilatorias y chicanas no pasaron desapercibidas para los tribunales británicos, finalmente –y mientras el asunto era ampliamente discutido de modo escandaloso en la prensa, especialmente The Times y The Pall Mall Gazette, que describían a Langworthy como un villano multimillonario- Langworthy se dio por vencido, pidió disculpas al tribunal por su conducta y aceptó hacerse cargo del reclamo.

No sólo eso, sino que finalmente Mildred lo perdonó y ambos volvieron a vivir juntos, pero la felicidad no duraría para siempre, tras reconciliarse y mientras se encontraban en Paris Mildred falleció repentinamente y al otro día Edward Martin Langworthy se suicidó pegándose un tiro el 27 de octubre de 1898.

La única hija de ambos, como ya vimos, nunca fue llamada Florencia sino Elizabeth Gladys Langworthy, y Edward no había tenido otros hijos con su primer esposa.

Florence Honor Langworthy –nacida el 29 de abril de 1857- era el nombre de la hermana menor de Edward M. Langworthy y fue en su honor que la colonia fundada en el chaco santafesino fue así denominada y que convirtió a Langworthy en un verdadero “nabab” (así se llamaba a los gobernadores de provincia en la India musulmana o una persona sumamente rica).

Incluso en una conferencia que pronunció en el Instituto Geográfico Argentino el conocido periodista Gabriel Carrasco hablando de colonia Florencia señalo “El señor Langworthy, hombre millonario, que pasa su vida en viajes esplendidos y en vapores propios… y santificó el nombre de su hermana… dice que los indios no tienen caballos y por eso no hay peligro pues sufren alli del mal de caderas”.

En medio de su litigio judicial con su segunda esposa, Edward Langworthy vendió Colonia Florencia a su madre en 1886 (Brandolin con perspicacia advierte que esta operación seguramente había obedecido a algún problema legal de Langworthy).

Luego en 1890 el propio Edward representando a su madre vende la colonia a Luis Basail, sin embargo, en 1892 Basail vuelve a transferir la colonia a la Sra. Martin de Langworthy lo cual demuestra que la operación de 1890 fue un acto simulado.

Los notables avances de la colonia no pasaron inadvertidos para el viajero, escritor, y periodista Alejo Peyret “fundada por un inglés, Mr. Langworthy en 1884, habiendo obtenido del gobierno nacional una concesión de 32 leguas… las familias de la colonia son en su mayoría suizas y francesas… Los cultivos que practican son el maíz, la papa, la batata, la mandioca, el maní y las legumbres de toda clase. La ramie daría muy buenos resultados, como lo prueban las plantas que existen en las quintas de la administración y de los cuales Mr. Langworthy se mandó hacer varios vestidos. La administración está en una casa construida con toda comodidad y confort con patio interior y galerías cubiertas para hacer la permanencia agradable… quinta, jardín, plantas de ornato, y legumbres, todas las plantas de Europa, palmas, araucarias, acacias, paraísos, jazmines, habanos, árboles de goma, vides.

El administrador de la colonia es un distinguido y alegre caballero, el señor Carlos Webster, que estuvo en otro tiempo en la Colonia Alejandra (Pájaro Blanco) muy conocedor del Chaco… no es muy partidario del cultivo de la caña de azúcar en estos parajes y dice que el país conviene mucho mejor para las plantas oleaginosas… pondera el tabaco…[hay un] hospital … un médico Branson de la Universidad de Londres… [y poseen] un tren aserradero a vapor”.

Finalmente en 1900 Florence Honor Langworthy recibe en herencia de su madre los bienes que aún quedaban en poder de aquella en Colonia Florencia.

Es de destacar que los Langworthy no sólo realizaron  considerables inversiones en el establecimiento sino que fue uno de los pocos casos donde está acreditado que se cumplieron los términos del contrato de colonización como el propio gobierno nacional lo reconoció poco antes que Florencia Langworthy vendiera en 1903 a Luis Urdaniz lo que restaba del emprendimiento en sus manos culminando así la relación de los Langworthy con Colonia Florencia.

Florence Honor Langworthy falleció soltera en Berkshire, Inglaterra, el 6 de marzo de 1925 sin poner nunca un pié en esas tierras del norte santafesino donde su hermano creara una población que aun hoy lleva su nombre.

 

Fuente – Narciso Medina – Florencia Hoy

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