El próximo domingo 23 de octubre en el predio del Ferrocarril de la ciudad de Vera a partir de las 16:00 horas, se reeditará la jornada denominada «Cabellos por Sonrisas», en su 5º edición, iniciativa que tiene por finalidad recolectar cabellos para realizar pelucas oncológicas.
Fue declarado de Interés Legislativo y Social la 5ta Campaña «Cabellos por Sonrisas»,
Aprobado por unanimidad.
Para entender mejor la iniciativa trascribimos textualmente la carta que oportunamente diera a conocer la mentora de dicha iniciativa:
Esta campaña tiene una historia de vida que la impulsa, contada en primera persona su protagonista. Publicada el 1 de noviembre de 2019.
Soy Carina Yañez, vivo en Vera, en el norte de esta querida Santa Fe. Hace 10 años nace esta parte de mi historia, si me acompañas te voy a mostrar como la vida te desacomoda y te vuelve a acomodar.
Una mañana el sol entra por tu ventana, despertás a tus hijos para la escuela, saludas a tu esposo que se va al trabajo, emprendes tus tareas diarias y ves al peque durmiendo plácidamente en su cuna. El mundo gira como calesita y vos con tu vida organizada.
Una noche entras a la ducha para sacar todo el peso del día, los niños duermen, tu marido viendo televisión. Salís de la ducha placentera, amamantas a tu bebé y ahí está. El mundo sigue girando como calesita y vos… vos con tu vida desorganizada.
Un bulto en tu pecho presagia el resultado que tu mente imagina, pero que tu razón se niega a aceptar.
La incertidumbre genera angustia, porque esa calesita casi perfecta, tenía todo organizado. Uno no piensa en la muerte, pero en ese primer encuentro con tu adversario, quedas impactada, porque el mundo gira, pero ya nada es igual.
Tenía dos preocupaciones, ganar la mano de la partida y preparar a mi familia para que durante un tiempo prescindan de mí.
Varios fueron los estados que se enfrentaron en mi vida durante un largo tiempo.
Odio: el diagnóstico llegó y vino la confirmación, en ese momento mi adversario tenia nombre: “cáncer”. Arruinaba mi vida y me ponía en jaque en un tablero donde mis piezas estaban todas atacadas y comprometidas. “Cáncer”, como no odiar esa situación y no odiar mi cuerpo que permitió que ese enemigo silencioso y dañino estuviera poniéndome en esta posición.
Angustia: la enfermedad había avanzado dentro de mí y era uno de los tumores más combativos, no solo mi adversario tenia nombre, ahora tenía un rostro.
Ira: me revelaba ante ese mundo perfecto que me arrebataba mi lugar y me enfrentaba a mi primer y gran golpe en la batalla, la caída de mi pelo. Enfrentar el espejo y ver el reflejo de alguien que conocía, pero que no era yo. Alguien que era lo opuesto, porque sufría y se desangraba por dentro, pero ante todos ponía su mejor cara y miraba a todos con un gesto de “yo estoy bien, esto pasará”.
Desesperación: era momento de sentarme en un sillón y dejar fluir por mis venas ese líquido que trataría de enfrentarlo y evitar que siga invadiendo mi cuerpo, llegaron las quimios.
Incertidumbre: por mis hijos que no tenían la suficiente edad para comprender que varios meses mamá no estaría presente como siempre. Aranza con 12 años, Alejo con 10 y Gonzalo con tan solo 1 año, a quien tuve que dejar de amamantar para comenzar con el tratamiento. Mientras mi mente me impulsaba a levantarme, sonreír, ayudarlos, mi cuerpo no respondía como siempre.
Y finalmente miedo, porque la palabra cáncer asusta y la vida es tan hermosa que esa sensación de no estar con tus seres queridos es al principio muy fuerte. De a poco vas deshaciéndote del miedo y lo dejas de lado para darle paso a la esperanza.
Con un cáncer en tu cuerpo, las luchas diarias son muchas y es una carrera contra reloj, donde el cronómetro comenzó a andar, mucho antes que te enteraras.
Tras las quimios, vino la operación y nuevamente otro obstáculo, una tomografía mostraba restos de mi adversario en mí.
Son momentos que te hacen bajar la guardia, la desesperación te lleva a querer dejar todo, las quimios matan al cáncer, pero quitan fuerzas a tu cuerpo y adormecen tus sentidos. La mujer activa, emprendedora, batalladora y alegre que era, quedaba secuestrada en ese sillón de hospital y salía a pasear con mis seres queridos, una mujer deslucida de mí.
Nuevamente otra operación, esta vez había salido de mi cuerpo por completo. Otras quimios volvieron y el poco cabello que comenzaba a tener quedaba en el cepillo. Los rayos fueron mis últimos aliados de combate, conservaré por el resto de mi vida las marcas de su batalla.
Ese principio aterrador de este libro de terror que me regaló la vida, va llegando a su fin.
Ese dolor se transformó en lucha y ganas de ayudar a los médicos y a Dios a superar la situación. El bloqueo de las emociones, fueron destrabándose con horas de llanto y manos amigas que sostenían la flaqueza y debilidad de mi cuerpo, pero sobre todo de mi alma.
El impacto, la negación, genero un mecanismo de defensa para ir forjando una luchadora que, a pesar de quedar tendida en una cama por días tras cada quimio, siempre se levantaba y seguía adelante, hasta el otro golpe que era anunciado, seguro y dañino.
Es hora de volver a la calesita, de retomar una nueva normalidad y calma.
Porque si bien fue muy duro todo eso, te deja una lección para la vida, forja tu optimismo, te da fuerzas para vivir plenamente.
No es fácil, claro que no es fácil, pero tampoco imposible. Una versión mejorada de mi resurgió de este calvario. Encontré un nuevo significado a mi vida, disfruto de los momentos pequeños. Amo haber podido disfrutar del crecimiento de mis hijos, de estar junto a mi esposo, de ver a mi primer nieto, de pasar página ante una adversidad o momento malo sin el drama que eso generaba antes.
Agradezco a quienes me apoyaron y estuvieron a mi lado con esa palabra de aliento, sentir esa presencia, ese hombro dispuesto a recibir tu llanto, a ese oído que está preparado para escuchar cuando tenés la necesidad de hablar. En este tramo es esencial la firmeza de la familia, esos seres queridos que te rodean y esos que, aunque estén lejos, sabes que podés contar con ellos.
Por eso quise hacer algo para que aquellos que pasan por esta situación, no tengan que enfrentar una imagen tan diferente ante el poco aliado espejo. No siempre, pero hay muchos que están pasando por la misma situación, se sienten solos y sufren la mirada diferente de cierta parte de la sociedad, que casi con lástima vuelve su mirada cuando pasas.
Para no tener que agregar más dolor se me ocurrió buscar en internet fundaciones que reciben cabellos para confeccionar pelucas para pacientes con tratamientos oncológicos. Así llegué a FAOHP, quienes me dieron toda la información necesaria para encarar una campaña que no solo me involucraba a mí, sino a cientos de personas que querían dar su granito de arena para ayudar.
En esta cruzada faltaba alguien que le dé forma a esta campaña y me contacté con Graciela Bernard, peluquera de la familia, a quien le comenté mi idea y sin dudarlo ni un minuto se unió a esta obra y así nació “Cabellos por Sonrisas”.
Este año ya lleva 3 años consecutivos. Con Graciela le dimos vida a este proyecto, motivando a otros peluqueros solidarios que dieron su profesión y tiempo para cortar esos mechones de cabellos que se transforman en pequeñas dosis de alivio ante tanta desesperación e incertidumbre.
Pero por sobre todo, el éxito de la campaña está en esos ángeles donadores que entendieron que el pelo crece y el amor también. Cientos de voluntades se sumaron para dar parte de uno mismo, entregándoselas en amor a niñas y mujeres que solicitan las pelucas a la fundación.
De esta manera muchos entregan su tiempo y donan para hacer crecer la campaña. Familiares, amigos, instituciones, dan una mano en esta misión.
Porque el mundo sigue girando, todo sigue su rumbo, pero algo es distinto.