La travesía de una joven de la comunidad Wichí, hacia la graduación en Medicina en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), no fue solo un viaje académico, sino un testimonio de la lucha contra las barreras que enfrentan muchos estudiantes indígenas en su búsqueda de educación superior.
Sandra Toribio, de 28 años originaria de Ingeniero Juárez, un pueblo de alrededor de 12 mil habitantes situado en el oeste de Formosa, ha alcanzado un hito significativo al convertirse en la primera médica Wichí graduada en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). Su trayectoria educativa y su determinación para superar obstáculos han captado la atención de los medios de comunicación.
Sandra experimentó una educación inicial bilingüe, sumergiéndose en la lengua indígena durante sus primeros años de jardín de infantes y escuela primaria. Sin embargo, debido a las actividades laborales de su padre, propietario de un emprendimiento de artesanías indígenas, se trasladó al centro del pueblo, completando su educación primaria y secundaria en escuelas no interculturales.
A pesar de las dificultades que enfrentó al adaptarse a un entorno universitario diferente, reconoce que la universidad pública no distingue el origen socioeconómico de los estudiantes, lo que le permitió acceder a oportunidades educativas sin importar su procedencia.
Tras graduarse en Medicina en la UNNE, Sandra compartió su historia con Radio Amanecer, destacando su amor por la medicina y la investigación, así como su deseo de regresar a su comunidad para ejercer y brindar asistencia médica.
«Para cualquier persona del interior ya por sí le es difícil mudarse y adentrarse en el mundo universitario, esto lleva más desafíos para quien viene de una comunidad Indígena», comenta Sandra. «Cuesta mucho abandonar el lugar donde uno nació y animarse a ir a vivir a otro totalmente diferente, es otra cultura».
La reciente graduada en medicina explica cómo la transición a un entorno universitario fue particularmente desafiante debido a las diferencias culturales y lingüísticas. «Nosotros tenemos nuestro idioma, aprendemos la vida con esa comunicación y llevamos una vida más lenta, más contemplativa. La dificultad es esa, el aprender en otro idioma que es más acelerado, lo rápido que se da una clase en la cultura del blanco y lo exigente que son en esperar que pienses a su ritmo. Primero me costó, pero ahora me siento en la misma sintonía».
A pesar de sus propias dificultades, reconoce que su experiencia no es representativa de todos los estudiantes indígenas. «Sé de muchos jóvenes que, por venir de una comunidad indígena, con menos posibilidades de formarse y que solo aprendieron a escribir o a interpretar un texto, tienen problemas para acceder a una educación superior», explica.
Sin embargo, la carrera de medicina le proporcionó una nueva perspectiva. «Crecí con mi familia advirtiéndome sobre las injusticias hacia nuestras comunidades, pero cuando llegué acá me di cuenta de que a la universidad pública no le interesa de donde venís», afirma. «Esta carrera me mostró otra mirada del mundo».
Aunque enfrentó desafíos adicionales en un sistema de salud no diseñado para las comunidades indígenas, tiene la firme decisión de preservar y compartir los conocimientos ancestrales de su comunidad en el campo de la medicina. «No se descarta el conocimiento indígena, falta trabajar en que sea aceptado legalmente. La semiología es la tradición en cuanto a medicina que hace el indígena. Muchas cosas de lo que hacemos es similar a la medicina occidental, fui traduciendo como el indígena conocía la anatomía. Son conocimientos que van a servir más adelante a los médicos indígenas y me alienta a que no dejemos que se pierdan esos conocimientos ancestrales que en nuestra comunidad se conocen en las labores de la partera, el huesero. Me encantaría recuperar esos conocimientos», dice.
“Es una alegría el hecho de que podamos mostrarle a la sociedad que podemos progresar; nosotros también queremos mejorar nuestra cultura y nuestra educación”, sostiene.
Su determinación para superar obstáculos y su compromiso con su comunidad son inspiradores. A medida que se prepara para completar su internado rotatorio y seguir su camino en la medicina, continúa siendo un ejemplo de perseverancia y resiliencia para todos los estudiantes de las comunidades indígenas que luchan por alcanzar sus sueños educativos.