Con profunda emoción y entre lágrimas, Leonel Segretin, padre de Guillermo Segretin, compartió sus sentimientos desde el mural que recuerda a su hijo en la calle 58, en el corazón del barrio Belgrano de Reconquista. Al cumplirse un año del brutal asesinato del adolescente, quien tenía solo 13 años cuando perdió la vida a manos de otro joven del mismo barrio.

Guillermo y su agresor eran amigos. Sin embargo, un malentendido entre ellos derivó en una pelea que terminó en tragedia. Desde entonces, su padre lucha por mantener viva la memoria de su hijo y visibilizar el dolor que deja la violencia entre jóvenes.

«Este mural es para recordar la inocencia de los chicos, para decir que no se puede permitir más violencia. Hay mucho dolor en mí como padre. Compartía todo con Guillermo: íbamos a pescar, charlábamos, hacíamos muchas cosas juntos. Me matan los recuerdos. Extraño todo de mi hijo», expresó con voz quebrada Leonel.

La falta de justicia es una herida que aún no cierra. El joven que asesinó a Guillermo es menor de edad y continúa en libertad. «Cuando fui al abogado, me dijeron que no se puede hacer nada. Solo me queda la muerte de mi hijo sin justicia. El asesino tiene 14 o 15 años y sigue suelto, sin portarse bien. Sigue andando por el barrio como si nada», relató.

Además, denunció la falta de acompañamiento por parte de las autoridades: «El intendente me dio la espalda, no vino nadie. Estuvieron ausentes todos los funcionarios. En otros casos se moviliza la justicia, el gobierno, pero por mi hijo no apareció nadie».

En medio de tanto dolor, Leonel agradeció a quienes sí lo acompañaron en este duro camino. “Solo puedo dar gracias a Radio Amanecer, que siempre me atendió y me dio un espacio para hablar de Guillermo”, destacó.

El mural no solo busca ser un recuerdo de su hijo, sino también una advertencia a la sociedad: «Espero que los adolescentes y jóvenes puedan tratarse bien, respetarse, y no llegar a estos extremos de violencia y muerte», dijo.

Sin justicia ni respuestas, Leonel asegura que buscará sanar como pueda, con la esperanza de que su hijo pueda descansar en paz. El mural en calle 58 ya es un símbolo del amor de un padre, del dolor de una pérdida irreparable y del pedido urgente de una sociedad más justa y menos violenta.