En la sesión ordinaria del último jueves en el Concejo Municipal, Emilio Adobato, del Frente Progresista Cívico y Social hizo referencia a los 35 años de democracia argentina. A continuación compartimos su discurso:
«El 30 de octubre de 1983, hace 35 años, la ciudadanía argentina protagonizaba un hecho de enorme trascendencia. Después de siete años de dictadura, la más feroz que reconozca la historia de nuestro país, elegía a través del voto “secreto”, “universal” y “obligatorio” -tal como lo establece la Constitución Nacional- a un gobierno democrático.
Una inmensa mayoría de argentinos ungió como nuevo Presidente al entonces candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Ricardo Alfonsín y depositaba en ese hombre sus esperanzas de recuperar valores esenciales como la custodia de la vida y la paz.
Aquel candidato, en la campaña previa a esas elecciones, interpretaba cabalmente aquel sueño al “recitar” en los actos proselitistas parte del Preámbulo de la Constitución Nacional.
Y decía: “…si algún distraído al costado del camino cuando nos ve marchar nos pregunta ¿Cómo juntos? ¿Por qué marchan?, ¿Por qué luchan? Debemos contestarles con las palabras de Preámbulo. Que marchamos, que luchamos, para constituir la unión nacional, afianzar la Justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino…”.
Aquel 30 de octubre, Raúl Alfonsín, se consagraba Presidente de la Nación y ese día proclamaba “…hemos ganado, pero no hemos derrotado a nadie…”. Con ello exhibía de manera elocuente, aunque no hiciese falta, su condición de demócrata cabal y, esencialmente, aquella frase encerraba una convocatoria al conjunto de la ciudadanía y, naturalmente, al resto de los partidos políticos y sus dirigentes, a emprender una tarea común que era la de restañar las heridas lacerantes que dejaba aquella dictadura en “retirada”. La empresa que emprendería después, a partir del 10 de diciembre de ese año sería extraordinaria. Muchos entendieron aquella primera definición y otros no.
Los que entendieron se plegaron decididamente al esfuerzo compartido de “reparar” una Nación devastada en su tejido social ante la aberrante violación a los derechos humanos cometidas por los militares y diezmada en su capacidad de desarrollo a partir de que en el plano económico el país había sido hipotecado y enfrentaba una deuda externa que condicionaría de principio a fin al gobierno que surgía de aquellas elecciones del 30 de octubre.
Cuando se evoca esta fecha se suele recordar la gestión propiamente dicha del gobierno surgido de esas elecciones cuando, en rigor, debe repararse primero en la significación que adquiere el aniversario del advenimiento de la democracia con aquel comicio de hace 35 años. Y ello ocurre porque en Alfonsín se conjugan de manera inexorable el retorno a la democracia y los primeros pasos que debió dar como Presidente para generar condiciones para su consolidación.
La historia ya reconoce que, efectivamente, Alfonsín ganó las elecciones de hace 35 años porque emparentaba el imperio de la democracia conjuntamente con el de la paz y ello era lo primero que ansiaba la mayoría de los argentinos.
Durante el ejercicio de su mandato, creó la CONADEP, de la que participaron personalidades de todos los ámbitos de la sociedad que dio origen al informe “Nunca Más” y, a la vez, desarrolló las condiciones necesarias para garantizar que una Justicia independiente juzgara y dictara su sentencia -que fue condenatoria- a los militares responsables del genocidio cometido durante siete años de dictadura pero, al mismo tiempo, fueron magistrados de la constitución también quienes juzgaron y condenaron a los “cabecillas” de las organizaciones (Montoneros, ERP, FAP, Triple A, etc.) que habían actuado por la vía de la violencia para imponer condiciones.
Generó las condiciones para disipar hipótesis de conflicto entre la Argentina y países hermanos, como Chile y Brasil; sentó las bases, junto a sus entonces colegas presidentes de las Repúblicas de Brasil, José Sarney y de Uruguay, Julio María Sanguinetti, para la creación del MERCOSUR.
Ese hombre, radical, convertido en Presidente el 30 de octubre de 1983, fue quien en el ejercicio del gobierno cumplió, en medio de las más extremas dificultades, con la premisa de consolidar la democracia y ello quedó plasmado cuando resignó la continuidad de su mandato -cuando el pueblo ya había elegido a su sucesor- ante la crisis económica y social que por entonces afrontaba la Argentina, cuyas razones hay que encontrarlas en las condiciones en que había recibido el país al asumir. Privilegió los intereses del país antes que los eventuales costos políticos o personales que pudieran significar tal determinación.
Su ejemplar rectitud y conducta en el ejercicio de la función pública como, también, la de los funcionarios de su gobierno, hizo que, tanto él como ninguno de ellos, quedara tan siquiera bajo sospecha de haber cometido actos de corrupción y, aunque tal circunstancia debiera ser la regla, la historia parece convertir ello en una excepción.
Si bien Ricardo Raúl Alfonsín en 1983 es el primer gobierno que surge de las urnas y al amparo de la Constitución Nacional, este hecho de por si auspicioso, hizo que germinara la semilla de la libertad en otros países latinoamericanos sometidos a gobiernos dictatoriales; poco a poco, al ejemplo argentino se suman Uruguay, Brasil, Chile y los demás países del cono sur de américa, unificados en democracias que se van fortaleciendo con el correr de los años.
Hace 35 años ciudadanía eligió a un gobierno democrático. Muy probablemente, cuando aquella mayoría argentina se inclinó por Alfonsín presumía aquello que después fue una coincidencia de todo el pueblo argentino que, desde la honestidad intelectual y la pertenencia al verdadero campo democrático, lo reconoce como “El Padre de la Democracia” recuperada el 30 de octubre de 1983.»