Según las estadísticas del Registro Civil, el índice de natalidad cayó un 16,93% respecto del año anterior a la pandemia. Mientras que en el mismo período crecieron las defunciones un 9,84%. Las implicancias que tiene este freno del crecimiento demográfico.

De acuerdo a los fríos números oficiales del Registro Civil de la Provincia de Santa Fe, que en verdad nunca son fríos sino que son el mapa de calor que configura nuestro ADN, durante el primer año de la pandemia cayó abruptamente la cantidad de nacimientos y creció el índice de muertes; es decir que somos menos.

El índice de nacimientos en toda la provincia descendió entre 2019 y 2020 -primer año de pandemia- un 16,19%, de acuerdo a los datos recabados. El fenómeno de la baja de la natalidad no es nuevo y es algo que los especialistas vienen advirtiendo desde hace varios años, lo cual respondería a un fenómeno sociocultural. Sin embargo durante este período pandémico bajó notablemente, ya que entre 2018 y 2019 había descendido sólo el 6,19%, según la información suministrada por el Registro.

Teniendo en cuenta que el período de gestación de una persona demanda aproximadamente 9 meses, habrá que monitorear la evolución de los porcentajes de la tasa de natalidad en Santa Fe, cuando todos los bebés nacidos hayan sido concebidos después del inicio de la crisis sanitaria. Esto será posible con las estadísticas anuales 2021. Con esa «radiografía» de lo que hoy está ocurriendo se podrán sacar nuevas y más profundas conclusiones respecto del impacto de la pandemia. Más certezas.

Lo otro que se deberá tener en cuenta es el dato desagregado por regiones, ciudades, barrios y zonas de cada ciudad a donde nacieron menor cantidad de niñas y niños.

Muertes

Lo contrario ocurre con las defunciones en toda la provincia. Tal como nos enteramos a diario en los reportes epidemiológicos del Ministerio de Salud, durante la pandemia y a causa del coronavirus hubo más muertes. Pero, ¿en cuánto se incrementó este porcentaje? Según las mismas estadísticas del Registro Civil, pasó de un descenso de la cantidad de muertes de 0,07% entre 2018 y 2019 -año pre pandemia-, a un aumento de 9,84% entre el 2019 y el 2020 (ver gráfico), en el primer año de la pandemia. Aquí también habrá que ver la evolución en 2021, tras el impacto de lo que fue la segunda ola de coronavirus, más agresiva y mortal. Lo cierto es que ya somos menos.

Global

Este no es un fenómeno exclusivamente santafesino sino que ocurre también en otras latitudes producto de la realidad que está atravesando todo el planeta. Ahora bien, ¿se puede hablar de un «efecto pandemia»? Y ¿qué implicancias tendrá a futuro? Hubo quienes presumían que el confinamiento para evitar contagios de coronavirus y el consecuente incremento de la cantidad de horas de convivencia en el hogar podría haber tenido un impacto distinto en la tasa de natalidad. Pero, como se observa, hasta ahora los números demuestran lo contrario.

«Los proyectos de vida de las personas en sociedades actuales se han transformado y diversificado en relación a lo que ocurría en la época de nuestros abuelos y abuelas. La posibilidad de construir una familia ya no resulta la principal o única opción, y las trayectorias profesionales, laborales, y los deseos de viajar o de conocer «otros mundos» se convierten en el denominador común de muchos jóvenes a nivel mundial», dice la socióloga Luciana Serovich.

Pistas

En ese sentido, «la disminución de la natalidad constituye un fenómeno generalizado hace varias décadas, y el cambio del rol de la mujer en la sociedad resulta central para comprender los datos», explica la especialista.

Para analizar lo que ocurre, hay que tener en cuenta además distintos factores de la vida cotidiana actual, como lo son la realidad socioeconómica, sanitaria y psicológica. Ya que la pandemia trajo consigo mayor desempleo, desamparo, temores, ansiedades, nuevas condiciones sociales, crisis de todo tipo y una gran incertidumbre respecto del futuro. Somos distintos. Y decidir traer un bebé al mundo en este contexto en el que todo se hace en el hogar (trabajo, educación, ocio) presume -de ser posible- la necesidad de una preparación emocional y planificación previa. Sabido es que ello no siempre sucede así.

«Es común escuchar que la rutina, el trabajo y la crianza de los hijos incide en las posibilidades de intimidad de una pareja», dice el psicoanalista Mariano Dicosimo (MP 1618). «Esto es cierto, la familia como función es competidora de la pareja, porque una buena parte de la líbido es canalizada como deseo y amor a los hijos y al proyecto laboral -continúa-. Pero no se puede pensar que el aumento de posibilidades de encontrarse sexualmente debido a una pandemia va a aumentar el deseo. Quizá todo lo contrario, porque el deseo no se nutre tanto de las posibilidades, como de la imposibilidad. Por eso los amantes suelen ser más apasionados que los matrimonios», argumenta.

Futuro

Si se eleva la vista y se observa en perspectiva el horizonte a futuro, se abren nuevos interrogantes respecto de lo que pueda llegar a ocurrir mañana en el mundo laboral, en materia previsional, como también en las relaciones interpersonales y afectivas. Un mundo con menos gente, con otros aprendizajes, y nuevos desafíos.

«Quizá la baja en los índices de natalidad también es una demanda social, de un sistema que puede estar advirtiendo una crisis en la productividad mundial -arriesga Dicosimo-. Nos sentimos menos productivos, y proyectamos esa merma en otros aspectos de nuestras vidas», sentencia el psicoanalista.

Atravesamos a tientas la pandemia. Una experiencia nunca antes vivida por la sociedad actual. Y seguramente todos estos cambios sociales serán materia de estudio e investigación cuando puedan ser vistos en perspectiva, cuando todo haya pasado, y el coronavirus sea una mala anécdota.

Fuente – www.ellitoral.com

 

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