El diácono Federico Muchiut abordó la postura de la Iglesia respecto al tratamiento de las cenizas de personas cremadas.
Según los textos de la Iglesia, es fundamental que el cuerpo, incluso después de la cremación, reciba un tratamiento similar al de un entierro tradicional en un cajón, manteniendo siempre el respeto debido hasta las últimas instancias.
El diácono destacó que las cenizas deben ser llevadas a un lugar adecuado, destinado para el descanso final, donde los familiares puedan acudir para orar y rendir homenaje a sus seres queridos.
Muchiut desaconsejó la práctica de conservar las urnas en los hogares, ya que, según la Iglesia, esto no facilita un duelo saludable y puede generar un apego que impida el descanso en paz del fallecido.
Además, el diácono subrayó que la Iglesia no recomienda el esparcimiento de las cenizas, ya que esta práctica no respeta la integridad del cuerpo ni proporciona un lugar fijo para el descanso eterno del difunto. En particular, desaconsejó esparcir las cenizas en ríos o mares, debido a que estos lugares están en constante movimiento.
Muchiut explicó que, aunque quienes optan por estas prácticas no lo hacen con mala intención, la Iglesia sugiere lo contrario para asegurar que el cuerpo sea tratado con el respeto adecuado.
Como alternativa, la Iglesia recomienda el uso de cinerarios, espacios especialmente destinados en las iglesias para albergar las cenizas de los fieles, garantizando un lugar sagrado y adecuado para su descanso final.