Genoveva «Beba» Rufanacht vivió y nació en Reconquista y fue aquí que conoció a su héroe y al de todos.
Ella nos cuenta lo siguiente: “mi hermano estudiaba en la marina en General Belgrano y cuando tenían vacaciones era habitual conocer las casas de sus compañeros, en distintos lugares del país, fue así que unas semanas fue a Tucumán a la casa de José. Luego, según el código que manejaban entre ellos, la visita tendría que ser devuelta, por lo que José vino a Reconquista a mi casa ubicada en calle General López, esquina Constituyentes, así nos conocimos”.
Genoveva nos habla de su marido José del Carmen Orellana, un joven oriundo de Tucumán, que fue marino, tripulante del crucero General Belgrano. Ella lo menciona como un marino de vocación, porque ya desde chiquitito soñaba con serlo y jugaba en el río cercano a su hogar con barquitos de papel y hojas de árboles, ahí ya lo tenía bien decidido. A los 16 años este jovencito se embarcó en el tren para cumplir su sueño y estudiar en la escuela de suboficiales alcanzando el título.
Según cuenta su mujer, él siempre vivió orgulloso de su profesión, la amaba, es más decía “yo me casé primero con la marina y después contigo”. En esta historia de amor, también están sus dos hijos que en ese entonces tenían 2 y 4 años y fueron su sostén, hoy también lo son sus 4 nietos.
José es uno de los 323 héroes del Crucero General Belgrano, el cual fue hundido el 2 de mayo de 1982, durante la guerra de Malvinas, por el ataque del submarino nuclear británico HMS. El cuerpo de Orellana nunca fue encontrado, por lo que su familia vivió o vive aun esperándolo.
Es así que Genoveva decidió continuar con su vida en el lugar que los hizo familia, Punta Alta, una ciudad de Argentina que se encuentra ubicada en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires y es la cabecera del partido de Coronel Rosales. La misma esta situada en la región pampeana, a poca distancia de la región patagónica. A pesar de que toda su familia se encuentra en Reconquista o en Tucumán, ella decidió quedarse a esperarlo.
Mucho tiempo pensó que José podría llegar, era una persona sana y amaba a sus hijos. Además, Genoveva sentía que allí tenía más acceso a la información y podía saber más de él. Pero todas las noticias no eran ciertas, muchas de las que alimentaban su esperanza eran mentiras y él no pudo regresar.
Esta hermosa mujer, que hoy vive aferrada a sus hijos y acompañada de sus nietos y amigas confiesa que vivió muchos años con la Ilusión de que él volviera y no volvió. “A mí me ayudaba a vivir, esa mentira. Tenía dos hijos chicos, quería que vuelva y más sabiendo que él se fue convencido de que se iba en el buque más seguro que tiene la armada, me dijo antes de partir: “no tengas miedo, voy a volver”, y después entendí que nada es seguro cuando hay guerra”.
Que queda pendiente para ella y su familia en estos 40 años de la Guerra de Malvinas, además de José, que las islas sean nuestras.