“Acabamos de rezar a la Virgen María. Esta semana, la ciudad que lleva su nombre, Mariúpol, se ha convertido en una ciudad mártir de la desgarradora guerra que está devastando Ucrania».
«Frente a la barbarie de la matanza de niños, de personas inocentes y de civiles indefensos, no hay razones estratégicas que valgan: ha de cesar la inaceptable agresión armada, antes de que reduzca las ciudades a cementerios.
Con dolor en el corazón uno mi voz a la de la gente común, que implora el fin de la guerra.
En nombre de Dios, escuchen el grito de los que sufren, pongan fin a los bombardeos y a los ataques.
En nombre de Dios, les pido: ¡detengan esta matanza!
¡En nombre de Dios, escuchen el grito de los que sufren y pongan fin a los bombardeos y atentados! Se trabaje real y resueltamente en la negociación, y que los corredores humanitarios sean efectivos y seguros. En nombre de Dios, les pido: ¡detengan esta matanza!
Quisiera exhortar una vez más a la acogida de tantos refugiados en los que Cristo está presente y dar las gracias por la gran red de solidaridad que se ha formado.
Les pido a todas las comunidades diocesanas y religiosas que aumenten los momentos de oración por la paz.
Dios es solo el Dios de la paz, no es el Dios de la guerra, y los que apoyan la violencia profanan su nombre. Ahora recemos en silencio por los que sufren y para que Dios convierta los corazones a una firme voluntad de paz”.