El 26 de julio, de cada año, la Iglesia celebra la festividad de San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María y abuelos de Jesús. En el marco de esta celebración, el Papa Francisco instituyó la “Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores”, que este año se celebrará el próximo 24 de julio, con el lema “En la vejez, seguirán dando frutos” (Sal 92,15). Quiere el Papa resaltar el valor de la ancianidad que, al revés de lo que piensa el mundo, puede seguir dando frutos y constituye un valor y un don para las familias, las comunidades cristianas y la sociedad toda. Él mismo lo está testimoniando con su propia vida y entrega generosa.
Los cambios culturales y económicos de las últimas décadas, el progresivo aumento de la longevidad de la vida humana y el consecuente envejecimiento poblacional del mundo, sin precedentes en la historia, son una revolución social silenciosa que, apoyada en la acelerada dinámica de las sociedades modernas, ha generado el distanciamiento y la sepa-ración entre los diversos grupos etarios (distanciamiento y separación provocados también por una cultura sin Dios), a pesar de que “al mundo nunca le sirvió ni le servirá la ruptura entre generaciones” (CV, 191).
En su Exhortación Apostólica “Christus Vivit”, dirigida especialmente a los jóvenes, el Papa recuerda el consejo bíblico de no perder el contacto con los ancianos, porque “los largos años que ellos vivieron y todo lo que han pasado en la vida, deben llevarnos a mirarlos con respeto” (CV, 188). Son los abuelos los que nos ayudan a hacer de nuestras familias un lugar de raíces fuertes que nos permitan crecer y desarrollarnos, respondiendo a los nuevos desafíos. Constatamos también hoy un panorama distinto al del abuelo tradicional, pues vemos el surgimiento de una nueva generación de abuelos que atienden a sus propios padres, a sus hijos y a sus nietos. Por eso nos insiste el Papa en que debemos revitalizar la alianza de las generaciones, promoviendo incansablemente el diálogo entre los jóvenes y los ancianos, entre los abuelos y los nietos, diálogo que será fecundo para todos.
Con este espíritu, deseamos reconocer, valorizar y agradecer, con amor y generosidad, lo que todos los abuelos y mayores han hecho, hacen y harán, desde su rol insustituible de maestros de la vida, para acompañar, cuidar e integrar a las familias, asegurando la transmisión de los grandes valores humanos, así como comunicando, de generación en generación, su legado de carismas, gratitud, experiencia y sabiduría, mostrando la interdependencia de las generaciones en el Pueblo de Dios.
En el día de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús, y en cada uno de los días del año, la Iglesia nos invita a participar activamente en la revalorización del rol de los abuelos y los adultos mayores en todos los sectores de la comunidad, suscitando en la Iglesia y en la sociedad, una mirada renovada sobre ellos.
En este nuevo Día de los Abuelos, damos a gracias a Dios y a la Virgen por la bendición de la larga vida que les ha concedido. Deseamos comprometernos, familiar y socialmente, a respetar sus opiniones, atender sus necesidades, proteger su intimidad, fomentar su mayor participación y protagonismo, garantizándoles condiciones de vida siempre más humanas, así como el respeto a su dignidad y la tutela efectiva de sus derechos fundamentales, para que los abuelos, al transitar la etapa de su vejez, sigan siendo verdaderos protagonistas de la familia y la sociedad que ellos crearon.