A finales de los ’60 y comienzos de los ’70 la Iglesia Católica en el NEA, alarmada por el avance de la pobreza estructural y el analfabetismo, resolvió incrementar esfuerzos para revertir los indicadores sociales, que hasta la fecha aparecen entre los peores del país. Es la misma tarea que hoy el papa Francisco propone que se retome con el lema “No amemos de palabra, sino con obras”.
En aquellos años los obispos de Santa Fe, Vicente Zazpe; de Goya, Alberto Pascual Devoto; de Reconquista, Juan José Iriarte; de Sáenz Peña, Ítalo Severino Di Stéfano; de Resistencia, José Agustín Marozzi; de Formosa, Raúl Marcelo Scozzina; de Posadas, Jorge Kemerer; y de Corrientes, Francisco Vicentín, hicieron un estudio sociológico que determinó que la “principal causa de la pobreza era el analfabetismo que azotaba a la población rural, tanto criollos como indígenas”. En gran parte eran hacheros, braceros, pequeños campesinos, peones, o peones golondrina sin posibilidades de desarrollarse.
En septiembre de 1969 los prelados dieron a conocer una carta titulada “Los obispos del Noreste hablan a su pueblo”, donde expusieron las duras condiciones de vida a las que miles de personas eran condenadas. “En ese contexto se crea el Instituto de Cultura Popular (Incupo). La finalidad era educar a adultos. Es decir, una organización vinculada con la Iglesia pero orgánicamente independiente a esta. Desde 1970 transitó 47 años en la región con la misión de incluir a campesinos y comunidades originarias”. Actualmente mantiene el desafío de “construir o reconstruir la sociedad con ellos”.
Comenzó su misión adaptando el método de alfabetización para adultos del brasileño Paulo Freyre (que sigue vigente) y con el paso del tiempo incorporó a su labor la defensa de derechos como el acceso a la tierra.
Hoy está presente en cinco provincias del Norte argentino, trabajando con 24 organizaciones campesinas y con siete de indígenas. Su plantel es de 40 empleados a tiempo parcial con residencia en Formosa, Santiago del Estero, Chaco, Santa Fe y Corrientes. En la ciudad de Reconquista está ubicada la sede central. Gran parte de esta estructura se financió con el aporte que realizaron organizaciones no gubernamentales europeas ligadas a la iglesia católica, particularmente de Alemania, Italia, Francia, Austria y Bélgica.
Desde estudios de grabación para radios, que fueron modernizándose con el tiempo, hasta equipos para la transmisión de noticias fueron adquiridos con la cooperación internacional que acercaron organizaciones como la alemana Misereor, que “desde hace 50 años lucha comprometidamente contra la pobreza en África, Asia, Oceanía y América Latina”. También logró contar con oficinas propias y centros de formación en las provincias de la región. El más conocido es el Centro de Capacitación Bambi Sobrero, a pocos kilómetros de Reconquista. En ese centro fueron formadas miles de personas que hoy siguen reconociendo la importancia de la labor de la organización.
“Desde 2010 se fueron realizando una profunda revisión y cambios en definiciones, estrategias, ejes temáticos, y funcionamiento general. Nuestra historia institucional muestra que apostó al crecimiento de las personas y de las comunidades, por la defensa de los derechos y de la naturaleza, por un desarrollo sustentable, en la construcción de una vida digna para toda la sociedad”, señala la institución en su página web.
Educación y comunicación
Luis Nocenti, que forma parte del Consejo Directivo de Incupo, aseguró que “La organización nació como educadora popular. Podría ser ese el eje. Sin embargo, nuestra organización no lo puso como un objetivo, sino como medio; no la educación popular en sí misma, sino en función de procesos de participación política, de desarrollo, de búsqueda de buen vivir. La educación popular para que los sectores que acompañamos (campesinos criollos y aborígenes) se organicen, mejoren su calidad de vida y tengan participación en las políticas públicas”, comentó.
“La población con la que históricamente trabajamos es rural: campesinos criollos y aborígenes. En una época trabajamos con barrios de la zona suburbana de Resistencia. Todas las actividades generadas con estas poblaciones que podrían ser noticias las compartíamos en el periódico Acción y en la radio. Hoy se intenta llegar también a sectores urbanos”, detalló.
El protagonismo campesino
Ernesto Stahringer representa a las nuevas generaciones que ingresaron a esta institución de la mano de su padre. Nos cuenta: “Incupo no ayuda a los pobres, construye sociedad con los pobres. En estos casi 50 años hubo logros en dos cuestiones fundamentales: la visibilidad y el protagonismo de los sectores campesinos e indígenas. En las décadas del ’70 y ’80 no existía la institucionalidad ni las leyes para esos sectores”, resaltó.
Y reconoce que hoy los sistemas de producción tanto campesino como indígena podrían dar respuestas a la construcción de una sociedad sin excluidos y con grandes posibilidades de desarrollarse. Sin embargo, esta propuesta choca de lleno con la visión que tiene un mercado que suele despreciar este tipo de producción. Para Stahringer, “el sistema de alimentación está en crisis en todo el mundo”.
“El sistema campesino tiene una propuesta que hacer, mucho más humana e interesante para toda la población. Los campesinos se presentaban diciendo “Nosotros hacemos el queso en nuestras casas. El sistema campesino es anticompetitivo como sistema. Pero la fortaleza del sistema campesino es el fortalecimiento de los lazos de complementariedad por sobre los de competitividad. Cuando se los pase a ser abastecedores de una industria, algodón, tabaco, por ejemplo, se fomenta la debilidad del sistema. Cuando en las ferias francas se propone su complementación, no tiene límites su desarrollo”, definió.
Pueblos originarios
Otro de los pilares del trabajo de Incupo en la región es con las comunidades indígenas, que en el país siguen casi excluidas y hasta ahora no han podido revertir el exterminio que sufrieron. “Incupo es consciente de que el reconocimiento de los derechos indígenas hoy exige nuevas estrategias. Entre otras cosas porque los pueblos originarios aportan desde su cosmovisión alternativas para trabajar temas contemporáneos”, afirman.
“¿Quiénes más que ellos saben sobre ambiente saludable y justicia climática? Sus experiencias de recuperación de bosques, cómo convivir con el monte sin destruirlo”, destacan los responsables de esta área. “Incupo ha sistematizado sus conocimientos además de fortalecer a sus organizaciones indígenas para que puedan sostener un diálogo político con el mundo blanco. Y lo que los líderes reclaman hoy, concretamente, es capacitación para conocer el impacto ambiental real que se está produciendo en el mundo indígena, en sus territorios”, agregaron.
Leer la realidad
La directora Graciela Gásperi indicó que “En esos casi 50 años la institución tuvo una buena lectura de la realidad en diversos escenarios. La historia es muy linda y tenemos cierta melancolía de los procesos, pero vamos haciendo cambios importantes. Incupo tiene trayectoria y es reconocido. Venimos de una cultura católica que decía que lo que hacemos no debe mostrarse. Eso fue fundante. Hoy creemos importante visibilizar a la organización como actor. De allí vino el proceso de revisión desde el logo, la forma en que encaramos la comunicación”, dijo.
“Como el conjunto de compañeros terminamos consolidando aprendizajes de esta nueva forma de ser actores para proyectar nuestro rol de articulador y constructores o partícipes de entramados sociales”, planteó. “Un componente sería cómo se puede transformar la vida de las personas y su espacio.
Nosotros podemos dar fe de que la gente se forma, transforma su casa, etc. Ese tipo de procesos nos da una cualidad particular”, finalizó.
El contexto
El centro de capacitación cercano a Reconquista formó a miles de campesinos blancos y originarios.
“El actual desarrollo de la agricultura, la especulación con productos alimenticios, y las adquisiciones y el arrendamiento y acaparamiento de tierras en gran escala en muchas regiones del mundo ponen en peligro la vida de millones de campesinos e indígenas” (Declaración de la ONU sobre Derechos de los campesinos, 2014).
“Más del 90% de las y los agricultores del mundo son campesinos e indígenas, pero controlan menos de un cuarto de la tierra agrícola mundial. Y con esa poca tierra, la información disponible muestra que producen la mayor parte de la alimentación de la humanidad. Si campesinado y pueblos indígenas siguen perdiendo su tierra, estaremos frente a procesos de exterminio de pueblos y culturas, y el mundo perderá su capacidad de alimentarse” (GRAIN, mayo 2014).
En Argentina existen al menos 9,3 millones de hectáreas de campesinos e indígenas que son pretendidas por el sector privado y estatal (Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación, 2013).
Tecnycampo
Dirigentes de las tres etnias indígenas del Chaco apoyadas por Incupo.
Tecnycampo nació como “un pequeño taller metalúrgico del Instituto de Cultura Popular (Incupo), desarrollando tecnologías apropiadas para el medio rural, especialmente orientado a pequeños productores del norte argentino”.
“Hoy Teknycampo funda sus objetivos en el mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida del hombre de campo. Para eso diseñamos prototipos, capacitamos, comercializamos, fabricamos y adaptamos equipos para el trabajo rural”, mencionaron.
Más de 500 ediciones de Acción
El periódico Acción, de Incupo, que se publica desde 1971, superó este año las 500 ediciones. Se distribuye tanto en la región como en otras zonas del país y en algún tiempo contó con un plantel importante de colaboradores.
“Aparece reflejada parte de la realidad de los pobres del norte argentino y especialmente de las zonas donde trabaja esta organización. Campesinos, aborígenes, vecinos de parajes o barrios, muestran sus esperanzas y amarguras. Sus avances y retrocesos. Su fe y su vida. Su sabiduría y su cultura”, destacaron desde la organización.
“A pesar de la dura realidad, se ve claro el mensaje de que juntos es posible escribir otra historia. La historia de una verdadera justicia, de la participación en las decisiones que afectan a los ciudadanos, del crecimiento familiar y comunitario en el marco de un desarrollo sustentable y la defensa de la dignidad de las personas”, agregaron.
Juntos Podemos
En septiembre de 1970 se trasmitió por primera vez el programa radial Juntos Podemos. “Estaba dirigido especialmente a los Centros Radiofónicos de Alfabetización, donde un grupo seguía la trasmisión, en una casa, en el patio, en un salón vecinal o parroquial, con ayuda de cartillas pedagógicas, y orientados por un monitor que guiaba la tarea alfabetizadora. Todo en función de un proceso de aprendizaje que apuntaba a un desarrollo humano integral”, aseguraron.
Fue muy importante, al punto que en la región se multiplican los testimonios de personas que lograron aprender a leer y escribir. Incluso hubo quienes continuaron con sus estudios. Incupo también logró una penetración muy importante a través de los programas de radio, que fueron concebidos con una visión popular, pero al mismo tiempo buscando mejorar la calidad de vida.
Por Silvestre Fogel
Fotos – Archivo Incupo
Fuente – Diario Norte