Israel Feldman es ingeniero agrónomo y un profundo conocedor de esta región del norte santafesino. Tiene 87 años e invirtió mucho tiempo en estudiar estos campos. Está convencido que se fracasa porque se pretende introducir formas y producciones propias de la Pampa Húmeda.

A los 87 años, a Israel Feldman le encanta contar anécdotas y recurre con frecuencia a la ironía. “Conmigo o sinmigo”, parafrasea con una sonrisa entre labios a Herminio Iglesias para expresar su convicción de que en algún momento se concretará esa idea que expresa y despliega con una pasión que los años no apagaron. “Hay que colonizar los Bajos Submeridionales”.

Su idea, que a cualquier ambientalista podría hacerle fruncir el ceño en señal de desconfianza por tratarse de uno de los últimos ambientes naturales que conserva la provincia, no es la de aquellos que quieren expandir la frontera agropecuaria con cultivos y tecnologías propias de la Pampa Húmeda, sino colonizar y producir con sistemas y tecnologías acordes a las variantes ecosistémicas de esas 2,5 millones de hectáreas ubicadas en el centro norte de Santa Fe, caracterizadas por el suelo plano, salino, de pastizales bajos –mayormente espartillo– y donde alternan épocas de sequías y de inundaciones.

Israel Feldman nació en Novocelitza, que es una pequeña ciudad de la provincia de Besarabia que actualmente pertenece a Ucrania pero entonces era Rumania. Llegó a los cuatro años junto con su familia a Montevideo unos meses antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, después de pasar por la Alemania Nazi para zarpar desde el puerto de Amberes, en Bélgica.

La familia se asentó en Colonia Montefiore, departamento 9 de Julio, y Feldman cursó parte de la secundaria en el turno nocturno en Ceres. Recuerda que durante seis meses hizo a caballo los 18 kilómetros de ida y los 18 de vuelta sin una sola falta a la escuela. Una de esas noches de cabalgata con frío y bajo la lluvia después la transformó en un cuento que tituló “Los fantasmas no existen, pero que los hay, los hay”.

Feldman estudió Agronomía en La Plata y se especializó en el exterior, en Nebraska, Estados Unidos, pero por encima de todo es un hombre leído, de una amplia cultura, inquieto, curioso, al que le gusta escribir y hacer. Tiene publicaciones sobre sus trabajos de campo, fruto de sus años de labor en INTA Rafaela y la Facultad de Ciencias Agrarias de Rosario y es miembro fundador de la Asociación Argentina de Pastizales

Muchas de las ideas que repasa en este reportaje están detalladas en sus trabajos escritos, en los cuales plasma años de trabajo de campo. Por ejemplo “Fulgores y cenizas. Asentamientos, éxodo y repoblación rural en la Argentina” o “Alternativas productivas sustentables en suelos halo-hidromórficos de la provincia de Santa Fe”, entre otros presentados y publicados en diferentes instancias.

Colonizar los Bajos Submeridionales

–¿Dónde está el desafío para colonizar los Bajos Submeridionales?

–Me preocupan las sequías, las inundaciones y los suelos salinos. ¿Cómo hago para cultivar? Primero tengo que usar especies que se adaptan ahí. La remolacha, por ejemplo, crece en suelos salinos; más salino es el suelo, más grande es la remolacha. Es una cuestión de presión osmótica. ¿Qué es? Es la presión que ejerce un líquido para atravesar una membrana semipermeable. Por ejemplo, si agarramos un buche de gallina y lo llenamos con agua de lluvia, y lo ponemos adentro de un fuentón con agua altamente salina, al ratito el buche parece una pasa de uva que se deshizo, porque el agua dulce se trata de ir al agua salada. Si al revés, dejamos agua dulce en el fuentón y el buche de gallina lo llenamos bien atado con mucha sal adentro, va a reventar por la presión. Esa es la presión osmotica.

Todas las plantas tienen esa presión, chupan o sacan. El cactus tiene 14 libras de presión, para darte una idea de botánica. La remolacha tiene azúcar, tiene una alta presión osmótica interna. Cuanto más salada, la planta responde aumentando la cantidad de azúcar para seguir chupando agua. Si se inunda ya es otra cosa. Entonces, ¿cómo podemos hacer? Lo que hacían los Incas. No estoy hablando de algo moderno, ellos hacían el waru waru, un sistema de cultivo. En el lago Titicaca hay una zona ecológicamente que, a pesar de estar 4.000 metros de altura, salvo las diferencias de clima, el sol y la vegetación son iguales a la de los Bajos Submeridionales: crece el espartillo, la salinidad es la misma, y allí ellos cultivaban. ¿Cómo hacían? Levantaban tierra para que no se inunde y dejan agua al costado, entonces mitigaban el efecto de las heladas, no necesitaban que se vaya el agua. Incluso cultivaban maíz en una zona donde todas las noches hiela. ¿Por qué no podemos hacer el waru waru acá nosotros?

 

–¿Qué otros cultivos se adaptan?

–El girasol también crece muy bien en suelo salitroso y es un excelente forraje que la gente desconoce acá en Argentina. Yo lo he visto en el sur Brasil, en Río Grande, hacen silos de girasol y tienen variedades en hacer silos. Hay brutos tambos produciendo leche sobre la base de alimentación en invierno con girasol. Ni hablar de variedades modernas que podemos poner, que aguantan mejor la salinidad. La vaca es un animal anfibio. ¿Cómo? Sí señor, puede vivir en el agua. En los everglades en Florida, cada 7 kilómetros hay una altura para que la vaca pueda dormir, porque lo único que necesita es estar 8 horas en un lugar seco, tirada para rumiar. Después puede estar en el agua y hundir el hocico hasta 40 centímetros para tomar los pastos el resto del día.

 

–¿Pero hay pastos?

–¿Por qué no? El mismo espartillo es un excelente forraje. Depende de cuándo lo comas, Cualquier persona en los Bajos sabe que cuando se quema brota el espartillo y es muy bueno. El tema es cómo lo manejas. No es cuestión de quemar. Se puede cortar y aprovechar. Hay experiencias de manejo con divisiones en pequeños potreros para manejo racional de la hacienda, como por ejemplo el del Productor José Torterola en la zona de Alejandra.

– Ahora que menciona el tema de cortar el espartillo, una vez charlando con el empresario Gustavo Grobocopatel me dijo que era un desperdicio tener semejante región como los Bajos Submeridionales sin aprovechar todo ese espartillo, que se podría generar mucha energía con toda esa biomasa. ¿Usted cómo lo ve?

–Claro que sí, mi hija mayor está trabajando en eso en la universidad. Obtención de energía a partir del espartillo.

–¿Y cómo congenia eso con una explotación sustentable con ambiente?

–Se corta y se aprovecha para pastorear el rebrote. Y después, cada cinco años, se deja que crezca de nuevo para tener biomasa. No hay una alteración del ecosistema. Es una cadena: el productor puede suministrar el pasto, pero hay que darle las herramientas adecuadas para cortar, para lo cual primero hay que destruir los tacurúes (montículos de tierra que son hormigueros), que ya sabemos cómo hacerlo. Luego para generar energía, al pasto se lo somete a calor, se genera el gas y se lo transforma en electricidad.

 

–Hay mucho reparo de grupos ecologistas sobre estas cuestiones.

–El proyecto tiene que ser sustentable en tiempo y espacio si vas a hacer un proyecto serio, si no vas a hacer lo que hizo La Forestal.

–¿Y el agua? ¿Cómo se garantiza para animales, cultivos y personas?

–Hay mil formas de reservar agua, depende de cada lugar, de la altura de la napa, se puede alimentar la napa, o encontrar un paliocauce. En los Bajos hay lugares en los que se puede encontrar agua dulce. Algunos se echaron a perder por culpa de las canalizaciones, que dicho sea de paso ahora vuelven a hacer lo mismo que ya fracasó… No son muchos lugares, pero hay algunos. Se pueden hacer represas porque es una zona donde llueve 800 milímetros de promedio. Los promedios no dicen nada… yo tengo una mano en agua helada y otra en agua hirviendo, y en promedio estoy fenómeno, pero en una me congelo y en la otra me quemo. Y los Bajos Submeridionales, depende de si estás más al este o al oeste, son entre 850 y 900 milímetros con una dispersión de más-menos 500 milímetros, lo cual quiere decir que hay años de 1.300 milímetros y años de 200 milímetros, ese año estás frito. Los inviernos generalmente son secos, pero cuando llueve 1.300 milímetros estamos ahogados. Hay que disponer de alturas. La vaca necesita tres metros cuadrados de suelo seco, alto, por encima del nivel. Ni siquiera se necesita ir con el teodorito: se le pregunta al tipo de la zona o se miran las marcas en los postes para saber dónde llegó el nivel máximo de agua, y se le da 20 centímetros más. La vaca va a ir sola a dormir ahí. Y después va a seguir comiendo dentro del agua.

–¿En definitiva para usted un proyecto de colonización se podría apoyar con diversas producciones?

–Ganadería, agricultura, cría de pollos, pavos, gansos, patos, cerdos, recría de corderos. Se puede acceder a agua permanente. Y ojo, no sólo haciendo represas comunes, hay lugares que hay que hacer represas elevadas, porque eso a veces puede ser inconveniente por el aumento de napas freáticas. La tecnología está, hay mil formas de impermeabilizar, pero la más barata de todas es trabajar con bacterias. Hay bacterias que cementizan el suelo. Además, podría darte una lista de por lo menos 20 especies forestales que podrían crecer en los Bajos sin ningún inconveniente.

–¿Usted piensa una colonización con población estable o mayormente productiva?

–Con gente. Tiene que ser con gente. Hoy hay pocos caminos, y no los vamos a tener por muchos años, pero por algo tenemos que empezar, por eso estoy desarrollando el auto eléctrico todo terreno. Se necesita poco para hacerlo, va a andar, es una camioneta livianita, de no más de mil kilos con una cabina para dos personas, carga unos 1.500 kilos y el eje está a un metro del suelo.

 

–¿Por qué no se pudo colonizar hasta el momento?

–Porque siempre se trató de meter la misma tecnología de la Pampa Húmeda. Por eso todos los intentos de colonización fracasaron. Yo apunto a la diversificación productiva en función de las características de cada una de las regiones. Le cuento una anécdota. Una vez sobrevolábamos la región en un avión que había contratado Naciones Unidades, yo era la contraparte de dos israelíes. Yo por decir algo les informo que estábamos llegando a un departamento árido de Santiago del Estero. Me preguntan cuánto llueve por año. Les dije que 500 milímetros promedio. Me preguntan cuál es la cantidad de agua que transportaba el río Salado. “Ah, no sé le dije”. Me dicen: “¿No sabe que eso es agua también…?”. Me preguntaron por la superficie del departamento. Entonces sacó el cálculo y me dijo: “Lo que llueve, nada más, es el doble de la cantidad de agua que tenemos en Israel para todo el país con el río Jordán incluido. Si usted me dice que esto es árido…”.

–¿La actual estructura de tenencia de la tierra en los Bajos favorece un desarrollo como el que usted propone?

–Tenemos que repetir lo que se hizo alguna vez: interesar a los terratenientes a hacer programas de colonización, en los que hace el pueblo, las casas, entrega las herramientas y la tecnología. Y el tipo en 30 años te tiene que pagar el campo, como hizo mi viejo.

–¿Le parece que hoy los dueños de esas tierras pueden interesarse en eso?

–Los que están pensando en meter agricultura y ganadería (como en la Pampa Húmeda), lo hacen y se funden, siempre les va para la miércoles, por sequía o inundación. Quieren hacer soja, hay una investigadora que está trabajando con soja para meterla en sueño salitroso… lo va a conseguir algún día, pero lo que tenemos que hacer no es adoptar tecnología sino adaptar tecnología. Por empezar, todas las tecnologías que tenemos son para grandes productores. Entonces hay que desarrollar ese vehículo que tenemos proyectado para ese tipo de suelos; luego tenemos que desarrollar herramientas de bajo costo que tenga alternativas que yo le pueda sacar distintas artefactos y transformarlos… no es un invento mío, lo están haciendo en Estados Unidos. Ese es el proyecto de colonización que tenemos que hacer, volver la gente al campo, repoblar el campo, conseguir gente que quiera invertir a largo plazo.

–¿Cómo se siente con el hecho de que muchas de estas ideas no hayan sido puestas en práctica?

–“Si te postran diez veces, te levantas! otras diez, otras cien, otras quinientas… No han de ser tus caídas tan violentas, no tampoco, por ley, han de ser tantas. Con el hambre genial con que las plantas asimilan el humus, avarientas, deglutiendo el rencor de las afrentas, se formaron los santos y las santas”. No es mío, es Almafuerte. ¿Cómo me siento? Frustrado ¡no!

Fuente – Aire de Santa Fe

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