El Papa Francisco recibió en audiencia a los participantes en los capítulos generales de cuatro congregaciones. Entre ellos estuvo la Hermana de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, Silvana Férez, oriunda de Reconquista.

El Papa les recuerda el «examen final» de la vida cristiana que será sobre los gestos de amor hechos hacia los pobres, los que sufren, los descartados: no seleccionen personas con criterios mundanos, en sus asambleas, que esté siempre vivo y palpitante el impulso de la gratuidad.

La Hermana Silvana Ferez esperando la audiencia con Francisco.

Corazones en paz y al mismo tiempo «inquietos», porque un corazón «tranquilo» puede ser inerte respecto a la misión de testimoniar el amor de Dios.

Y porque al final todo se resume en el «examen final» que narra el Evangelio de Mateo, un examen en el que pesará la caridad vivida hacia los que más sufren y no los títulos académicos, las puertas abiertas a todos sin distinción, y no a los «elegidos».

Francisco vuelve a trazar el horizonte de la vida consagrada ante un variado grupo de religiosos y religiosas comprometidos en los capítulos generales de sus respectivos institutos, las Hermanas Dominicas Misioneras de San Sixto, las de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, de la Presentación de María Santísima en el Templo y los Padres Vocacionistas

Discernimiento, formación, caridad

La reflexión del Papa gira en torno a tres piedras angulares: discernimiento, formación y caridad. Ya se trate de los «momentos solemnes de las grandes elecciones» o de «los momentos cotidianos de las pequeñas decisiones diarias», la acción de discernir -observó el Papa- permite seguir la propia vocación a través de «un laborioso trabajo de escucha del Señor, y de uno mismo y de los demás» -hecho de meditación, «de espera paciente», y también «de valentía»- que sin embargo conduce a la comprensión de la voluntad de Dios, sugerida al corazón pero nunca impuesta.

Un proceso delicado y, sostiene Francisco, totalmente necesario no sólo para una persona consagrada.

Nuestro mundo tiene tanta necesidad de redescubrir el gusto y la belleza de decidir, sobre todo respecto a las opciones definitivas, que determinan un giro decisivo en la vida, como la vocacional. Necesita, por tanto, padres y madres que ayuden, sobre todo a los jóvenes, a comprender que ser libre no es permanecer eternamente en una encrucijada, haciendo pequeñas «escapadas» a diestra y siniestra, sin tomar nunca realmente un camino.

En paz, pero inquietos

En cuanto a la formación, el Papa reitera a las monjas y a los padres que es un «camino de crecimiento en la santidad que abarca toda la existencia», entrelazado con la oración personal y comunitaria, la vida de los Sacramentos y la adoración, de la que Francisco subraya por enésima vez la urgencia de recuperar su «sentido», hoy bastante perdido.

Además, prosigue, «sólo quien se reconoce humilde y constantemente ‘en formación'» puede a su vez «esperar ser un buen ‘formador’ o ‘ formadora’ para los demás». Y aquí la admonición a estar «atentos a las inquietudes del corazón», porque una cosa es tener un corazón «tranquilo» y otra cosa es estar, como es justo, «en paz pero inquietos».

Su misión hoy es decididamente profética, en un contexto social y cultural caracterizado por la circulación vertiginosa y continua de informaciones, pero, por otra parte, dramáticamente pobre en relaciones humanas. Urgen en nuestro tiempo educadores que sepan hacerse amorosamente compañeros de las personas que se les confían.

Antídoto a la cultura del descarte

La caridad se da con una mirada, la que tiene «constantemente ante los ojos el rostro de los pobres». Vigilen, es la recomendación de Francisco, para que «en sus asambleas esté siempre vivo y palpitante el impulso de gratuidad y de amor desinteresado, gracias al cual comenzó su presencia en la Iglesia». El capítulo 25 de Mateo sobre el Juicio final es lo que un cristiano y una persona consagrada deben tener siempre como criterio.

El Señor no nos preguntará «¿Qué has estudiado? ¿Cuántos títulos tienes?» (…) He aquí el antídoto eficaz para superar, en nosotros y a nuestro alrededor, la cultura del descarte: por favor, no descarten a las personas, no seleccionen a las personas con criterios mundanos: cuán importantes son, cuánto dinero tienen… esos criterios mundanos, fuera. No descarten, sino reciban, abracen a todos, amen a todos».

Fuente: vaticannews.