“¿Qué es lo que le sigue diciendo esta noche a nuestras vidas?”. A partir de esta interrogante el Papa articula su homilía, en la que recuerda que, “después de dos milenios del nacimiento de Jesús, después de muchas Navidades festejadas entre adornos y regalos, después de todo el consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos, hay un riesgo: sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero nos olvidamos del significado”.
Luego, se pregunta cómo encontrar de nuevo el sentido de la Navidad, dónde buscarlo y dice que “el Evangelio del nacimiento de Jesús parece estar escrito precisamente para esto, para tomarnos de la mano y llevarnos allí donde Dios quiere”.
En efecto, explica el Pontífice, “comienza con una situación parecida a la nuestra”, en un mar de ocupaciones, “disponiendo la realización de un importante evento, el gran censo, que exigía muchos preparativos”. En este sentido, insiste que “el clima de entonces era semejante al que rodea hoy la Navidad”. Pero acota que “la narración evangélica toma distancia de aquel escenario mundano; se separa de esa imagen para ir a encuadrar otra realidad, sobre la que insiste”. Es decir, “fija su atención en un pequeño objeto, aparentemente insignificante, que menciona tres veces y en el que convergen los protagonistas de la narración”: el pesebre.
Hay que volver al pesebre
Para redescubrir el sentido de la Navidad, “hay que mirar allí, al pesebre”, afirma el Obispo de Roma, quien reflexiona sobre la relevancia de este elemento. “Es el signo —no casual—, asegura el Papa, con el que Cristo entra en la escena del mundo. Es el manifiesto con el que se presenta, el modo con el que Dios nace en la historia para hacer renacer la historia”.
Para ilustrar el mensaje del belén en el siglo XXI, Francisco selecciona tres aspectos: la cercanía, la pobreza y lo concreto.
La cercanía
«El pesebre sirve para llevar la comida cerca de la boca y consumirla más rápido. Puede así simbolizar un aspecto de la humanidad: la voracidad en el consumir”, según el Papa. “Mientras los animales en el establo consumen la comida, los hombres en el mundo, hambrientos de poder y de dinero, devoran de igual modo a sus vecinos, a sus hermanos”, añade.
Una vez más, como profeta de paz, Francisco exclama: “¡Cuántas guerras! Y en tantos lugares, todavía hoy, la dignidad y la libertad se pisotean”. “Y las principales víctimas de la voracidad humana siempre son los frágiles, los débiles”, subraya. Hoy como ayer, como le sucedió a Jesús, una “humanidad insaciable de dinero, poder y placer tampoco le hace sitio a los más pequeños, a tantos niños por nacer, a los pobres, a los olvidados”. Su mirada se dirige, en especial, a los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia.
“Pero Jesús llega precisamente allí, un niño en el pesebre del descarte y del rechazo. En Él, niño de Belén, está cada niño. Y está la invitación a mirar la vida, la política y la historia con los ojos de los niños”.
Precisamente, “en el pesebre del rechazo y de la incomodidad, Dios se acomoda, llega allí, porque allí está el problema de la humanidad, la indiferencia generada por la prisa voraz de poseer y consumir”.
“Cristo nace allí y en ese pesebre lo descubrimos cercano. Llega donde se devora la comida para hacerse nuestro alimento. Dios no es un padre que devora a sus hijos, sino el Padre que en Jesús nos hace sus hijos y nos nutre de ternura. Llega para tocarnos el corazón y decirnos que la única fuerza que cambia el curso de la historia es el amor. No permanece distante y potente, sino que se hace próximo y humilde; Él, que estaba sentado en el cielo, se deja recostar en un pesebre”.
Hablando al corazón de cada hombre y mujer del Santo Pueblo Fiel de Dios, el Sucesor de Pedro nos dice:
“Esta noche Dios se acerca a ti porque para Él eres importante. Desde el pesebre, como alimento para tu vida, te dice: “Si sientes que los acontecimientos te superan, si tu sentido de culpa y tu incapacidad te devoran, si tienes hambre de justicia, yo, Dios, estoy contigo. Sé lo que vives, lo he experimentado en el pesebre. Conozco tus miserias y tu historia. He nacido para decirte que estoy y estaré siempre cerca de ti”.
“El pesebre de Navidad, primer mensaje de un Dios niño, nos dice que Él está con nosotros, nos ama, nos busca”, sostiene el Papa, animándonos a no dejarnos vencer por el miedo, la resignación o el desánimo. Porque “Dios nace en un pesebre para hacerte renacer precisamente allí, donde pensabas que habías tocado fondo. No hay mal, no hay pecado del que Jesús no quiera y no pueda salvarte. Navidad quiere decir que Dios es cercano”. “¡Que renazca la confianza!”, pide.