A 125 años de su nacimiento, particularidades y peripecias en la vida y obra de un expulsado

 

Por Mauro Casella*

 

 

  1. Es 30 de marzo de 1906 en el norte bravo, y aunque es otoño, el calor o “la calor”, como suelen decirle los lugareños, no afloja. Don Luis, maestro rural y dueño del diario El independiente, el primero de la zona, cae muerto. Según dirán las crónicas oficiales “en un confuso episodio” por un tiro de pistola de un policía dependiente de la provincia de Santa Fe. Más tarde dictaminará la realidad, por razones políticas.

Su hijo mayor, Leonardo, de 6 años que, aún no sabe de la noticia, anda (también sin saberlo), pergeñando en tierra salvaje, las que serán, años más tarde sus fabulas Camperas.

Leonardo va a ser sacerdote, va a ser el Padre Castellani, además de poeta, político, intelectual, periodista, maestro y escritor. También será Jerónimo del Rey, seudónimo con el que publicará, treinta años después Historia del norte bravo, cuya dedicatoria dirá: “A la memoria de los finados mi padre don Luis Héctor Castellani (…) Y toda la gente de pro de San Jerónimo del Rey, perla del norte santafesino”.

  1. Leonardo Luis Castellani nació en Reconquista, Santa Fe, el 16 de noviembre de 1899, el mismo año que Jorge Luis Borges con quien, casi 77 años después, compartirá uno de los almuerzos más tristemente célebres de la historia Argentina. Del cual se escribirán infinitos artículos periodísticos, se hará la película El almuerzo y en las que, tanto periodistas y cineasta coincidirán en poner el protagonismo en los escritores Borges y Sabato y en el dictador Videla, encargado del agasajo en la Casa Rosada. Relegando a Castellani a un papel secundario, pero no por ello menos trascendente. Es que al sacerdote, con mayor o menor insistencia, se lo describe o se lo muestra, pidiéndole a Videla por la vida de un discípulo suyo.

El periodista, Ricardo Ragendorfer escribe en Caras y Caretas, un artículo en el que da cuenta de algunos aspectos surrealistas del almuerzo:

“La crónica al respecto no incluía ciertos detalles, como que, alzando un brazo con la mano abierta, Borges saludó al anfitrión diciendo: —¡Ave César, vencedor de los peronistas!

Ni que, por toda reacción, Videla parpadeó con mal disimulada vanidad.”

A su vez, Ragendorfer cuenta que:

“El autor de El túnel filosofó: —Es que nuestro país nunca ha participado en una guerra purificadora. Esa frase hizo que Castellani, (…), casi se atragantara”.

Luego relata el pedido de Castellani:

“Al concluir, cuando Sabato y Borges se retiraban, Castellani sopló unas palabras al oído de Videla, antes de extenderle un papelito. Fue notable que él, un nacionalista católico con una postura eclesiástica afín al integrismo haya tenido el coraje de consumar la acción, dado que ese papel tenia escrito, de su puño y letra, un nombre, el de Haroldo Conti.”

Haroldo Conti sigue desaparecido.

  1. Leonardo fue un apasionado, en ocasiones, ingenuo como un niño. De chico, por una infección perdió un ojo, que reemplazó por uno de vidrio, dándole un aspecto particular. “Una apariencia hosca, para disimular una gran ternura”, como lo describe Juan Manuel Abal Medina en su libro Conocer a Perón, considerando a Castellani su primer maestro: “Alguien de una inteligencia superior, de una cultura fuera de lo común”, con quien se reunía en su departamento de la avenida Caseros, y agrega: “Yo era todavía un niño, y él me hablaba de igual a igual”.

A las reuniones se sumaría Fernando, el hermano menor de Juan Manuel. Castellani les habló y les regaló un texto de José María Rosas, Artigas y el revisionismo histórico, a quien conocerían posteriormente, junto a Alicia Eguren y otros personajes del pensamiento nacional. Esas fueron las primeras aproximaciones a la política de los hermanos. Quince años después, Juan Manuel sería elegido por Perón para idear su retorno. Fernando pasaría a la historia por fundar Montoneros, encargándose del secuestro y ejecución del general Aramburu.

Fernando caería abatido por la policía meses después.

  1. Cuando le dijo a su madre que pretendía ingresar en el Noviciado Jesuita, ella cayó presa de un ataque de nervios. Solo la intervención de doña Magdalena, abuela de Leonardo, hizo posible que en julio de 1918 ingresara. En 1931 fue ordenado sacerdote en Roma. En 1935 regresa a Argentina y tiene participación activa en la formación del pensamiento nacional. En 1946 se postuló a diputado por la Alianza Libertadora Nacionalista, que apoyaba a Perón. Esto le trajo conflicto con su orden. Fue sancionado, recluido en la cárcel de Manresa, de la cual se fugó, expulsado y suspendido para dar los sacramentos y oficiar misa. En Conocer a Perón, Abal Medina recuerda: Años más tarde, cuando Leopoldo Marechal se hace llamar «el poeta depuesto», a Castellani le gustaba decir que él era «el cura depuesto».

Recién en 1966 recuperará su plena condición sacerdotal.

  1. Antes de ser expulsado pensó en dejar los hábitos por otro motivo: el amor. Pablo Hernández cuenta en Los zurdos y Castellani, que se habría enamorado de Alicia Eguren, “merodeadora de ciertos ámbitos nacionalistas”, 25 años menor que él, pero con la prudencia suficiente para ponerle fin al asunto cuando Leonardo estaba llevando las cosas muy lejos. En palabras de Sebastián Randle: “El cura quedó encantado con la mocosa que tenía modos increíbles para la época”. Castellani, no tenía problemas en mostrarse en público con Alicia y en una oportunidad ante una recriminación contestó: “Si bien la iglesia prohíbe a los curas casarnos, no nos prohíbe que nos pongamos de novios”.

            Alicia está desaparecida desde 1977.

  1. En 1942 publicó Las nueve muertes del Padre Metri, libro de cuentos policiales cuyo protagonista es un detective con sotana, muy parecido a Castellani, fusionado con la figura histórica del fray Ermete Constanzi. Así narra sucesos del pasado y a su vez expresa sin pelos en la lengua su pensamiento, como en este fragmento de Muerte en el Majestic: “¡Ustedes no ven crímenes hasta que no ven sangre! ¡Y la verán la sangre, la verán pronto, por poco que no me hagan caso, y más sangre que en este hotel, y sangre de la mejor del país, y no de un panzudo zángano que andaba llamando sobre si el cuchillo con el insolente exceso de su dinero injusto! ¡Sangre inocente se derramará pronto en San Antonio de Obligado!”. Referido a la masacre de San Antonio de Obligado de 1887.

Constanzi, defensor de indios masacrados y explotados por terratenientes, fue asesinado en 1898.

  1. En Rodolfo Walsh La palabra y la acción, Eduardo Jozami da cuenta del vínculo, que unió a Castellani con el autor de Operación masacre. Relación que data de la militancia nacionalista juvenil de Walsh de la cual, luego, sería muy crítico, rescatando sobriamente la figura del sacerdote “que tenía alguna forma de talento”. Y que según Rogelio García Lupo, no hacía “plena justicia con el jesuita, que fue importante en la vida de Walsh”. En 1959 Castellani al regalarle uno de sus libros lo dedicó: “al espejo de periodistas y argentinos, Rodolfo Walsh”. Y agrega Lupo, que hasta esa fecha “se veían con frecuencia y se profesaban mutua admiración”. En la antología Diez cuentos policiales argentinos, Walsh incluyó un cuento de Castellani. En 1961 consideró a Las nueve muertes del padre Metri como el mejor del género.

Walsh, se sabe, fue asesinado y desaparecido mientras distribuía su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar.

  1. Es 15 de marzo de 1981 en Buenos Aires. Irene Caminos, cuidadora de Castellani, golpea la puerta de la habitación del departamento de la avenida Caseros. Por toda respuesta recibe silencio. El Padre ha muerto. Dicen que, algunas horas antes, sus últimas palabras fueron: “Me rindo”.

  Recién en abril de 2004, sus restos llegarán al norte bravo, al cementerio municipal de Reconquista. Así lo reflejó Pablo Alcides Pila en un artículo del diario Edición 4:”Tras su muerte en Buenos Aires, los restos de Leonardo Castellani permanecieron allí. Desde un sótano oscuro y húmedo de un panteón del cementerio de Recoleta, lugar donde yacen tantas figuras patriarcales de la República Argentina, ayer retornaron a su pago natal por la voluntad inquebrantable y el trabajo de muchas personas que desde años estuvieron gestionando su vuelta a la patria chica.”

  1. Leonardo Castellani, “el ermitaño de San Telmo”, como lo llamó Fermín Chávez en 1964, ya era en aquel entonces un autor “inaccesible y desconocido para muchos”, cita Guillermo Gutiérrez en Crisis 37.

  Sobre su obra pesó una conspiración de silencio pergeñada por la iglesia argentina. Los ecos de la censura, de alguna forma, caen sobre el padre hasta la actualidad. A pesar de su vasta producción: más de 50 libros, infinidades de artículos periodísticos, creación de la revista Jauja y el reconocimiento de intelectuales de la época, Castellani sigue siendo una figura que destaca por su ausencia. Quizás sean los ecos de la censura o tal vez su plan haya resultado a la perfección, pues un Castellani anciano, retirado de la vida pública, ante invitaciones a conferenciar respondía negativamente, excusándose: “Todo mí tiempo lo tengo dedicado a preparar una buena muerte”.

 

*Sobre el autor

Mauro Casella (Reconquista, 1985) estudió Derecho en la UNR. En el 2022 se recibió de Técnico Superior en Periodismo del Instituto Juan XXIII de Reconquista. Presentó este escrito en el posgrado de Escritura Creativa-FLACSO–Argentina.