Artículo redactado por la Lic. Maria Elisa Schpeir, gestora de trabajo para personas con discapacidad en empresas privadas.
Los Invisibles
La mañana se deslizaba con suavidad por las calles de la ciudad, mientras que, en un rincón de aquel bullicioso panorama, historias menos visibles se gestaban. En medio del trajín cotidiano, en un mundo donde las miradas se escurren sin detenerse, la invisibilidad de las personas con discapacidad se vuelve palpable, como si fueran víctimas de una metáfora de la transparencia donde su existencia se desdibujaba en la cotidianidad.
Entre el ir y venir, Pedro caminaba con paso firme pero inadvertido. Con su andar lento y atento al ruido que se expandía a su alrededor, sostenía un bastón blanco con destreza. Apenas llamaba la atención de aquellos que lo rodeaban. Para él, la ciudad era un laberinto de obstáculos invisibles, donde cada esquina representaba un desafío y cada paso un acto de valentía, desafiando así los conceptos que Foucault exploró dando entidad a la idea de normalidad, utilizada para establecer parámetros morales y políticos, a menudo bajo la excusa de combatir lo “anormal” relegando al margen aquello que no se ajusta a los estándares preestablecidos.
A su lado, Marta, en su silla de ruedas, compartía la misma lucha. A pesar de su sonrisa radiante, su presencia parecía diluirse entre las sombras de la indiferencia. Las miradas esquivas y los espacios inaccesibles eran parte de una realidad atravesada por el olvido y la marginación.
Sin embargo, en medio de esa invisibilidad, había una necesidad urgente de ser vistos, de ser reconocidos como individuos con sueños, aspiraciones y capacidades únicas. Pedro no solo era un hombre con discapacidad visual; era un apasionado de la música, un amante de los libros y un amigo leal. Marta no solo era una mujer en silla de ruedas; era una artista talentosa, una voz de cambio y una fuente inagotable de inspiración. Sus identidades se entretejían con los discursos de la diferencia, desafiando las dicotomías y revelando las múltiples capas de significado que conforman su ser.
En una sociedad donde la invisibilidad parece ser la norma, la visibilidad se convierte en un acto de resistencia, una forma de «deconstruir» las estructuras que perpetúan la marginalización y el silenciamiento. Pedro y Marta no buscaban compasión ni lástima, sino igualdad de oportunidades y el reconocimiento de su valía como seres humanos. Anhelaban que sus voces sean escuchadas, sus talentos reconocidos y sus necesidades atendidas, desafiando así las jerarquías que separan lo normal de lo anormal.
Las personas con discapacidad suelen ser invisibles para la mayoría de los ciudadanos, de los organismos públicos, las organizaciones prestadoras de servicios de salud, los prestadores de transporte y de las fuerzas que nos representan.
Jaques Derrida, filósofo y psicoanalista francés, nos invita a reflexionar sobre la importancia de visibilizar a aquellos que han sido relegados al olvido. Para Derrida, la inclusión de las personas con discapacidad es una cuestión ética y política fundamental en la que todos debemos participar. Las instituciones son los pilares fundamentales en esta tarea, son quienes deconstruyen las barreras que impiden a las personas con discapacidad integrarse al complejo entramado social. Son quienes les brindan desde, servicios de rehabilitación, transporte, formación, educación, y capacitación. Reconocen la diversidad de experiencias y capacidades que cada individuo posee, y trabajan en pro de una sociedad más justa e inclusiva.
La discapacidad no es solo un problema individual, sino una cuestión estructural que debe ser abordada desde diferentes niveles.
Magdalena, reside en la ciudad de Vera y tiene un diagnóstico de Parálisis Cerebral con Hemiplegia del lado derecho, causado por falta de oxígeno al nacer, las voces de sus familiares que se alzan por ella, vienen reclamando a una obra social su inclusión, para poder tener acceso a sus terapias y mejorar su calidad de vida. Pedro busca trabajo en su andar invisible. Marta desde su silla de ruedas y su discapacidad intelectual espera al transporte que hoy no va a pasar por ella para llevarla al centro de día donde deja a su inspiración ser libre y su espacio se llena de colores y pinturas.
Nadie escucha, nadie ve y como tantos, ellos son condenados al oscuro olvido social.
La intervención silenciosa de cada uno de nosotros que decidimos mirar y ver, poner en palabras una problemática, hacer un llamado de atención a nuestros representantes e invitarlos a revisar la legislación vigente, las fuentes de financiación de los centros de día, la desregulación de las prestaciones y coberturas de los aranceles vigentes, el atentado a más de 200 mil personas que requieren de numerosos apoyos y tratamientos en todo el país, que significaría la firma del decreto que elimina la universalidad del nomenclador para las diferentes prestaciones.
Comencemos a mirar, a hablar para ser escuchados para que esta realidad salga de la invisibilidad, recordemos la importancia de ver más allá de lo evidente y reconocer la humanidad en cada individuo, sin importar sus limitaciones físicas.