El próximo 27 de abril, junto a otros mártires será beatificado el que fuera obispo de La Rioja monseñor Enrique Angelelli.

En esta Pascua, rescatamos un saludo pascual del obispo a su diócesis:

“A los que rigen los destinos de esta Provincia en sus distintos poderes; a Ustedes Hermanos en el sacerdocio de Cristo; a ustedes religiosas, consagradas para ser testigo de lo que no perece y al servicio de este pueblo; a ustedes comunidades parroquiales, a ustedes laicado apostólico de la Diócesis; a ustedes hogares riojanos; a ustedes enfermos de hospitales, clínicas y en casas particulares, a ustedes amigos de la Cárcel, a ustedes chicos, a ustedes jóvenes, a ustedes ancianos, abuelos y abuelas; a ustedes que se encuentran solos en la vida; a ustedes amigos de los medios de Comunicación Social en la prensa oral y escrita; a ustedes colectividades extranjeras; a Ud. amigo que quizás no recibirá ningún saludo, reciba éste que le envío con todo afecto. A ustedes amigos turistas que han llegado a esta tierra riojana para descansar unos días; a ustedes camioneros, conductores de colectivos y quienes viajan por las rutas de nuestra Provincia.

¿Se imaginan? Este saludo ya nos indica una convocación a vivir solidariamente; a encontramos los unos y los otros porque nos necesitamos. Hoy la Pascua es una gran convocación a construir todo aquello que nos lleve a la Vida, a mejorarla, a perfeccionarla, a hacerla fuente de felicidad para todos. Hoy este saludo Pascual nos invita a intensificar nuestros esfuerzos para ser constructores de una comunión entre los hombres. La Pascua que anunciamos en Jesucristo, es un paso más a seguir siendo los hombres de esperanza; los hombres que aprendimos una vez más la lección de la CRUZ de Jesucristo para que unidos a Él y con la fuerza del Espíritu Santo que habita en nosotros por las aguas regeneradoras del Bautismo, miremos el futuro con más optimismo, aunque existan sombras que nos hacen inclinar al miedo y al desaliento. Una vez más somos convocados

por el Señor, el Cristo Resucitado, el de ayer y el de hoy, el principio y el fin, a quien pertenecen el tiempo y la eternidad, que con su luz disipe las tinieblas de la inteligencia y del corazón de los hombres.

Este saludo de alegría y de gozo, nos exige a todos, grandes y chicos, hombres y mujeres, a romper todo aquello que impida que cualquier hombre que es mi hermano no pueda vivirlo, y aunque sea difícil y dura la tarea a la que nos embarcamos, es preciso, con la urgencia que reclama la hora, ayudar a nuestros hermanos, quienes sean a reecontrarse consigo mismos y con el otro, a trabajar en nuestra patria para que desaparezca todo aquello que lleva al odio, la violencia y juntos construir la felicidad de todos”.-

 

 

 

 

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