El Diputado Provincial Carlos Del Frade viene, desde hace un tiempo, denunciando redes de tratas de personas, prostitución infantil y abusos en Puerto Reconquista. En un nuevo escrito bajo el título “Jésica y el diablo” habla sobre el caso de la niña de 11 años que se suicidó con el cinto del guardapolvo en 2016 y que la justicia se negó a investigar a fondo.
(APe).- Hacía una semana que había terminado la Fiesta Nacional del Surubí y en los pocos bares abiertos de Reconquista, cabecera del departamento General Obligado, norte profundo santafesino, los carteles de la pesca compartían los escaparates con calabazas de plástico que invitaban al hallowen, la noche de brujas importada.
Las mujeres que integran la organización “Infancias Robadas”, mientras tanto, siguen preguntándose por la muerte de Jésica Zanabria, una nena de once años que el día del niño y la niña de 2016, el domingo 14 de agosto, vino de las celebraciones y se ahorcó con el cinto del guardapolvo.
Vivía en una casita muy humilde del barrio “el Arenal”, en la zona del puerto de Reconquista junto a sus ocho hermanos y mamá. Hasta el día de hoy los integrantes del poder judicial hablan de un suicidio. Y si no hay crimen, no hay causa, sostienen con una lógica rayana al cinismo.
Pero muchas vecinas y muchos vecinos de Reconquista siguen preguntando el motivo por el cual una nena de once años decide quitarse la vida.
Quizás la explicación de la muerte, como tantas veces se dijo en esta columna, está en las condiciones existenciales de Jésica.
– Hay mucha droga, mucha prostitución y mucho abuso sexual – dice una señora que no quiere ser identificada.
Testimonios de maestras que son comentados en las radios locales hablan de chiquitas que se desmayan los viernes porque los jueves son las llamadas “noches de peña”.
Integrantes del poder judicial minimizan la situación. Y, en todo caso, cuando el cronista insiste en preguntar e indagar, responsabilizan a la otra jurisdicción. Federales y provinciales, sin embargo, conviven en ese territorio como lo hacen a lo largo y ancho de la enorme geografía santafesina, en particular, y argentina, en general.
Desde los ministerios de Educación y Salud de la provincia de Santa Fe, en tanto, ya están reuniendo datos duros sobre la realidad de chicas y chicos menores de dieciocho que viven en la zona.
Es imprescindible romper los códigos de silencio de las autoridades políticas locales y regionales. La ormetá, según dicen los italianos, esos códigos de silencio son los insumos básicos que fortalecen las diferentes mafias que crecen con los negocios ilegales.
Decir nombres y apellidos para presionar y romper la inercia del servicio público de justicia. Para que las familias humildes sientan que pueden compartir su miedo con gente que pone la cara por ellas.
Pero no existiendo acciones concretas, crecen los dichos.
Las leyendas urbanas que se cuentan y escuchan en Reconquista hablan de casillas que ofician de alojamientos transitorios en algunos islotes cercanos ante la indiferencia de la Prefectura Naval y la indolencia de La Santafesina SA.
El Colegio de Abogados de la ciudad citó a legisladoras y legisladores provinciales autores de un proyecto de creación de abogadas y abogados de niñas, niños y adolescentes. En el contexto de las denuncias por prostitución infantil, ese encuentro sirvió para que los medios de comunicación hablaran de la situación de las chicas y los chicos.
Pero así como nadie sabe con exactitud por qué una nena con edad de sexto grado se quitó la vida con el cinto del guardapolvo, tampoco surgen informaciones precisas sobre responsables del negocio.
– Acá hay muchos fantasmas escondidos…estamos peleando con el diablo nosotros solos – dice la valiente mujer que acerca nombres de potenciales vendedores de drogas y proveedores de otros servicios para consumidores de sustancias y cuerpos que no son del puerto.
Allí en el “arenal” viven más de cincuenta familias y en la zona del puerto, distante unos doce kilómetros del centro de Reconquista, habrá unas dos mil personas.
Entre ellas, muchas chiquitas como Jésica Zanabria que en la tarde del día del niño de 2016 decidió quitarse la vida con el cinto de su delantal blanco, aquel símbolo que alguna vez, en la Argentina del siglo pasado, era sinónimo de igualdad y esperanza.
(*) Desde Reconquista, norte profundo santafesino
Por Carlos del Frade (*)
Fuente – reconquista.com.ar