En la segunda reflexión del Triduo de Pentecostés compartimos en el Nuevo Testamento, donde encontramos un hecho muy lindo que nos comenta de la presencia de María y de Jesús.

 

El Señor, hacía poco tiempo que había comenzado su Misión como Hijo de Dios. Esa Misión era anunciar la Buena Noticia de Dios para todos los hombres.

Jesús, junto a su grupo de discípulos fue invitado a una fiesta de bodas. También fue invitada María. Dicen algunos estudiosos de la Biblia, que éste fue el primer encuentro de María con su Hijo, después que éste dejara su casa para recorrer poblaciones y enseñar el Camino de Salvación.

En esa fiesta ocurrió un hecho curioso y doloroso para los recién casados. En pleno festejo se quedaron sin vino. Imaginemos la desesperación de los recién casados.

María, mujer llena del Espíritu Santo, no podía desentenderse de la situación de los jóvenes esposos y sabía también que su Hijo Jesús algo podía hacer. Entonces le dice a Jesús: “Hijo, se terminó el vino”. Jesús, quizá medio molesto le responde: ¿y qué quieres que haga, mi hora no ha llegado todavía?.

A María y a Jesús, los une la fuerza del Espíritu Santo, por lo tanto, María no le hace mucho caso a las palabras de su hijo y dice a los sirvientes de la fiesta: “hagan todo lo que él les diga”.

Jesús hizo llenar con agua las tinajas y esa agua se convirtió en vino de primera calidad.

Este fue el primer milagro de Jesús.

 

Conclusión:

Si bien en el relato bíblico no aparece la palabra Espíritu Santo, pero es él quien guía a María a percibir la angustia de estos esposos y le indica a su Hijo que este es el momento de iniciar su obra de salvación anunciando el Reino de Dios.

Hoy:

Espíritu Santo, te pedimos que nos ilumines y nos dé fortaleza para ser protagonistas de las cosas que podemos cambiar. Qué bueno que nos miremos hacia adentro para ver en que debo cambiar a nivel personal, familiar, comunitarios.

Pensemos en tantos jóvenes que quedan al margen de los estudios, del trabajo, de las posibilidades de desarrollo integral.

Pensemos en tantos niños y adolescentes que en su propio hogar no encuentran el sostén de una familia.

Pensemos en tantos emprendedores y pequeños empresarios que no pueden sostener los emprendimientos por políticas que ahogan el trabajo.

Valoremos las enormes y variadas riquezas naturales que Dios nos regaló. Que esa riqueza no sea destruída o apropiada para beneficio de unos pocos y el dolor para millones de personas.

Espíritu Santo, te pedimos que no quedemos atados a las efímeras “fiestas” del poder, de las riquezas y del placer.

Espíritu Santo, Ven a nuestras vidas.

 

Capilla del Espíritu Santo- Reconquista.

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