«El gusto salobre de las lágrimas marca huellas en el rostro ennegrecido por la tierra y el hollín de aquel ganadero de edad indefinida por los rastros del tiempo, pero sin duda de muchas décadas de sacrificio. Ve el hombre morir su hacienda por falta de pasto y agua, mugiendo de desesperación a veces o desplomándose en silencio otras. De noche, cuando llena el tripero con mate amargo, pues la provista mensual no la pudo hacer por quedarse a cuidar sus animalitos, escucha por radio, con bronca ya incontenible, que el gobierno reitera con exageración la ayuda que le otorga: le posterga el pago de aquellos impuestos exagerados y tan elevados que eran sólo posibles de pagar con parte de su capital, solamente le dan mas plazo para pagar aquello que le gravan con retenciones, lo que le prohíben exportar, lo que le cobran por el sólo hecho de tenerlo. Se le aceleran las lágrimas y se le cierra la garganta cuando piensa que por esa voracidad del gobierno y la falta de contacto con la civilización sus hijos debieron rumbear para otros pagos en busca de conchavo.
Sólo quedó él, pues su compañía se la llevó el cielo por falta de asistencia médica hace muchos años, sólo el cuida sus animales y conversa con el cielo.
Ahora se fue “quedó” el pasto, faltó el agua, se echó a perder el agua de las represas, vinieron las quemazones y con ellas una papeleta donde desde el gobierno le dicen que de acuerdo a una ley el es el responsable. Dejó en ese momento sus pertenencias y salió a buscar alguien mas “léido” para que le explique que “ uno o unas” políticos/as que residen en el poblado dicen que el arruina la naturaleza, justo él que convive con tantos animales silvestres con los que comparte su poca agua, sus pájaros que vuelan hacia el cuando de regreso con la provista trae algo de maíz molido para ellos, él, que con su última mirada antes de buscar el sueño que hoy la angustia espanta, se posa en ellos única compañía en su soledad. Justo a él lo acusan.
Este paisano ve y siente que la última “limosna” de la vida se la da la naturaleza ayudada por esos legisladores y burócratas que embebidos de soberbia y desprecio por el campo se creen poder disponer de la vida y obra de otros argentinos.
Se secarán las lágrimas en ese rostro de ojos enrojecidos y la bronca estallará en un grito agónico que espantará los pájaros y los novillos y nos alertará del principio del fin de la patria».

Juanchi Capozzolo

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