Una situación poco usual, un vecino de la ciudad de Vera se llevó el susto de su vida al revisar su motor.

“Esto es lo que había dentro de mi camioneta, este es un regalo de Tostado que me traje”, fueron las palabras del dueño del vehículo al encontrarse con una lampalagua en su motor.

“Las serpientes son animales de sangre fría y pudo ser que ésta se refugió en el motor del automóvil en busca de calor o de un refugio seguro”

Minutos después, el reptil fue devuelto a su hábitat por este buen vecino.

Movediza y silenciosa, la boa de las vizcacheras –también conocida como lampalagua– aparece como, quizá, la más grande que habita la Argentina.

Bautizada con el nombre científico de “boa constrictor occidentalis”, esta especie es dueña –además de su notable tamaño– de otra particularidad: es una de las variedades de ofidios que más cerca está de la extinción.

Con presencia cada vez menor en provincias como Salta, Formosa, Chaco, Jujuy, Santiago del Estero, Tucumán, La Rioja, Catamarca, San Juan, Córdoba, Mendoza y San Luis, la lampalagua es una serpiente de comportamiento solitario y más bien nocturno.

Popular como mascota –una de las causas que, junto con la caza indiscriminada y la destrucción de su hábitat, la transforma en un reptil casi extinto– la lampalagua rara vez ataca al hombre, aunque su manipulación siempre debe ser hecha con precaución dada su tendencia a la mordedura cuando se ve amenazada o tiene hambre.

Carente de veneno, la boa de las vizcacheras se sirve de la tremenda musculatura de su cuerpo y su boca dentada para atrapar a sus presas. La lampalagua mata por constricción, y entre sus alimentos favoritos aparecen lauchas y ratones, vizcachas, pájaros pequeños y lagartijas.

Dueña de una piel que combina colores como el castaño claro o el gris oscuro con manchas claras en la línea media del cuerpo, la lampalagua en su edad adulta puede llegar a medir más de 4 metros.

Hábil a la hora de trepar árboles y mejor nadadora, la boa de las vizcacheras suele elegir como refugio cuevas en el suelo o agujeros en la misma vegetación.

En lo que hace a la reproducción, este ofidio es de régimen vivíparo –sus crías nacen vivas y, a diferencia de sus progenitores, incorporan una coloración rosada– y cada ejemplar hembra puede dar a luz hasta 50 descendientes.

Con relación a la longevidad, las lampalaguas viven entre 20 y 30 años. La especie argentina integra el numeroso grupo de boas constrictor que se distribuyen por gran parte de nuestro continente.

Precisamente desde la Argentina hasta México, esta familia de reptiles dice presente en casi todos los países del norte de América del Sur y Centroamérica; incluso en algunas islas del Caribe.

 

Fuente – Calchaquí en el Mundo

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