Con motivo del inicio del tiempo cuaresmal, invitamos a participar de la Santa Misa que se celebrará en la Iglesia Catedral de Reconquista, el miércoles de Cenizas, a las 20 hs. presidida por el Obispo Diocesano Mons. Ángel José Macín.

Asimismo compartimos el mensaje del Obispo Diocesano de Reconquista, para prepararnos y vivir con gestos y actitudes concretas esta cuaresma.

“ANUNCIAR LA BUENA NOTICIA A LOS POBRES”

En el corazón mismo de la Liturgia Pascual, más concretamente en la Misa Crismal, fuente y ápice de la liturgia y de la vida de una Iglesia Particular, leemos este texto de Lucas, citando a Isaías: “…El Espíritu del Señor está sobre mí, él me ha enviado a anunciar la buena noticia a los pobres” (Lc 4,18; cf. Is 61,1-3). Se trata de uno de los textos más luminosos del Nuevo Testamento, que describe la identidad y la misión de Jesús, y por lo tanto, la misión de la Iglesia, hasta el final de los tiempos.

 

En nuestra Diócesis, este mandato ha sido asumido como la tercera de las prioridades diocesanas. El camino de la nuestra Iglesia quiere ser el camino de los pobres. Así lo ha manifestado Jesús de Nazareth, inspirado por el Espíritu. Así lo queremos vivir, sin estridencias ni grandes discursos. Conscientes, además, que la primera de las prioridades, referida a las familias, y la segunda, orientada a los jóvenes, están atravesadas por esta opción fundamental del Señor.

 

LOS POBRES

Podría acontecer que, cuando leemos la palabra pobre, como sucede con otras palabras muy usadas, comencemos a especular y discutir en torno a su significado, alcance, connotación política y tantas otras variaciones, ciertamente importantes. Sin embargo, en este mensaje cuaresmal, la pretensión es más sencilla: los invito a avanzar sin prejuicios y sin vueltas, en la meditación y la vivencia de algunas palabras del Evangelio, para redescubrir el valor del pobre en la historia y en nuestra vida.

 

Cuando Jesús, en Nazareth, hace suya la profecía de Isaías 61,1-3, explica que los pobres son personas con necesidades concretas: deportados, ciegos, faltos de libertad. Un poco más adelante, la primera bienaventuranza según el tercer evangelio es contundente. El mensaje central de Jesús comienza diciendo “Felices los pobres” (Lc 6,20), sin adjetivaciones ni comentarios. Sólo para explicitar un poco más esto, basta con releer la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc 10,30ss), o repasar la escena del juicio final de Mateo: “Tuve hambre y me diste de comer…” (cf. Mt 25,31-46). El pobre, hablando en un sentido evangélico, no admite clasificaciones teóricas. Es simplemente aquel que se me presenta en una situación de indigencia, de necesidad, de vulnerabilidad, y que me interpela, haciéndolo presente al mismo Cristo.

 

Es tiempo de convencernos, tanto en lo personal como en la pastoral general, que el pobre no es un tema más en la Iglesia. Tampoco es un tema que se pone de “moda” cada tanto, o que sirve de línea divisoria entre diferentes modos de concebir y de vivir el cristianismo. Quisiera que esta cuaresma sea una oportunidad para replantearnos esta realidad a fondo, preguntándonos ¿Qué lugar ocupa el pobre en mi vida, en mi espiritualidad, en mi experiencia cotidiana? ¿De qué modo me visita Jesús cada día?¿Me reconozco pobre ante Dios y mis hermanos, en algún aspecto de mi existencia?

 

LOS POBRES EN LA IGLESIA

Si observamos el entorno más cercano, tenemos que afirmar que pobre se relaciona con prójimo, es decir, aquel que está cerca y que, en muchas circunstancias, requiere de mi re-acción. De allí, que el primer reconocimiento que estamos llamados a vivir es la presencia del pobre que está cerca nuestro. Un espacio decisivo es la familia y el vecindario. Los ancianos y los enfermos, los jóvenes y los niños. Cuaresma es tiempo de apertura y de mayor sensibilidad hacia aquel que está sufriendo o que necesita de un especial acompañamiento y que vive cerca, a mí lado.

 

Una dimensión de la pobreza que no se suele registrar con tanta frecuencia es la presencia de los pobres dentro de la misma Iglesia, de nuestras comunidades. Es muy significativo ver como Jesús lo tuvo en cuenta en su mensaje. Y también los primeros cristianos. En las primeras comunidades aparece la pobreza material de algunos; esto genera la comunión de bienes (cf. Hech 2, 42-45). En una cultura que privilegia la búsqueda del bienestar personal, ¡qué lejos estamos de este ideal de las primeras comunidades!

 

También están los pobres que no necesariamente carecen de bienes o cosas materiales indispensables, pero que devienen pobres en la Iglesia y en sus espacios cercanos. Es inspirador el capítulo 18 del Evangelio de Mateo, denominado “Discurso a la Comunidad”, donde se insiste en el cuidado de los pequeños. Los pequeños son los débiles en la fe, son los principiantes o que viven en situaciones “irregulares”, son las víctimas de diferentes tipos de rechazo o de marginación, son los vulnerables y los menores, a quienes se puede manipular y dañar, dejando una huella imborrable en sus vidas (“hay de quien escandalizara a uno de estos pequeños…” cf. Mt 18,6). Son aquellos dejados de lado, disimuladamente considerados “feos” dentro del grupo. Los suelo llamar los “feos comunitarios”. Son esas personas que todos tratan de esquivar, de evitar, por algún motivo particular, o porque son estigmatizados por cualquier razón. Es claro que en estos casos la Palabra nos cuestiona con vehemencia: “Cómo puedes decir que amas a Dios a quien no ves, si no eres capaz de amar a tu hermano, a quien estás viendo…” (cf.1 Jn 4,20).

 

Nuestra mirada y acción pastoral se tiene que dirigir también en esa dirección. Los pequeños tienen que ocupar un lugar de privilegio en nuestra vida comunitaria. El tiempo de cuaresma nos interpela, y nos convoca a reconocer que el pobre está mucho más cerca de lo que pensamos o imaginamos.

 

UNA IGLESIA POBRE

Finalmente, en este tiempo cuaresmal, los invito a volver nuestra mirada hacia nosotros, tanto personal como comunitariamente, sobre todo como Iglesia, y redescubrir el llamado a la pobreza evangélica: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (Mt 5,3). Vivir la pobreza como estilo de vida, como actitud contracultural frente a quien mide el valor de alguien por su poder, por su prestigio, por sus bienes…

 

Si miramos la historia, la Iglesia ha pasado por diferentes situaciones. Muchas veces se ha equivocado y ha errado el camino. Nosotros también nos equivocamos. Pero el SeñorResucitado, quien permanece con nosotros, y el Espíritu que nos asiste, nos permiten seguir adelante. No tiene sentido decir que el tiempo que vivimos es más difícil que otros tiempos, que hoy es complicado, que hay mucha gente que no nos comprende…En realidad, muchas cosas son dolorosas pero ciertas, y tenemos que saber aceptar las críticas, como camino de conversión. Siendo siempre firmes y valientes en el cuidado del contenido fundamental del evangelio. Vivimos un momento histórico que se presenta como una magnífica ocasión para cambiar realmente la mentalidad y la manera de vivir, para purificar nuestra mirada y nuestra vida.

 

Lejos de frenar o detener nuestra misión, la aceptación serena de esta purificación se erige en instrumento de transformación y de testimonio. Más allá de nuestros límites, Jesús nos espera en los más pobres. No tenemos que perder de vista esto. Nuestra felicidad se contiene en esta simple ecuación.

 

CON ESPERANZA Y COMPROMISO

A pocas semanas de iniciar la “Visita Ad Limina Apostolorum” (A las Tumbas de los Apóstoles), que trataré de vivir como expresión de nuestra comunión con el Sucesor de Pedro y con toda la Iglesia, los invito a renovar la esperanza y el compromiso. A la espera de ser confirmados por el Papa Francisco, sigamos las huellas de quienes nos precedieron, y nos legaron esta espléndida comunidad de fe y amor, aceptando y confesando nuestros pecados. Y que la esperanza centrada en el Resucitado nos estimule a vivir un compromiso cada vez más hondo con los pobres.

 

¡Buena cuaresma, y Feliz Pascua de Resurrección!

 

 

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